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Los Beccaceces

En medio de la vorágine creada por la frase "no queda ni un puto peso", aquella que por fin logró generar un interés transversal de todos los chilenos por conocer la suerte de Codelco, el presidente del directorio de la cuprífera estatal, Óscar Landerretche, lanzó un 'futbolismo' para explicar las monstruosas remuneraciones de los ejecutivos de la empresa: "A veces uno puede apostar por un técnico joven, sin experiencia, y puede salir mal... No contratamos Beccaceces, contratamos Bielsas".

Aparte de ser figura protagónica de memes, Sebastián Beccacece pasó a convertirse en las peras y manzanas que usaban los profesores de álgebra del colegio para explicar, por ejemplo, la factorización del cuadrado de binomio o del trinomio cuadrático ordenado. Landerretche, hincha de la U por cierto, sacó desde el fondo de su alma azul una frase que derrocha molestia, indignación e impotencia. Y el efecto de ésta fue duro. Me atrevo a decir que incluso cruel.

Pero las consideraciones no cuentan con Beccacece. Y es allí donde la vieja frase de que antes de la caída está la soberbia cobra forma una vez más. Al ex ayudante de Sampaoli no lo critican por los resultados, que son magros considerando el plantel que tiene, y donde promedia un triunfo cada seis semana. Al final, la falta de contemplaciones de la gente se debe a la actitud del entrenador.

Sus discursos evidencian realidades que sólo él ve. Cuando se le escucha, cualquiera llegaría a imaginarse que la U emula al Santos de Pelé o al Sao Paulo de Telé Santana. Sus análisis hablan de cantidad de ocasiones de gol que 40 mil hinchas presentes en el estadio no logran distinguir. Su retórica no da lugar a la autocrítica y, al menos yo, tiendo a desconfiar de las víctimas permanentes de la mala suerte.

¿En qué momento Beccacece pasó a ser la metáfora del personaje que le queda grande el poncho? Cuando comenzó a darle raras explicaciones a los fallos y errores que son evidentes. Allí subestimó la inteligencia de los hinchas, quienes, a su vez, no perdonan que les vendan humo... Al menos no de una manera tan evidente.