El Sevilla de Sampaoli suma un nuevo milagro ante Las Palmas
Sarabia y el canterano, con dos goles en el 89’ y el 93’, voltean un partido que Las Palmas controló en la primera parte pero en el que acabó con diez y agotado.
Con 14 años, Quique Setién ya escribía las crónicas de sus partidos de chiquillo en Santander. Seguro que la de este Sevilla-Las Palmas es la que nunca hubiese querido firmar. Remando hasta el minuto 89, al que llegó 0-1 después de una primera parte de manual y una segunda de esfuerzo espartano ante el asedio del Sevilla para defender el liderato, el central Bigas topó con Vitolo, que había dejado su cuerpo quieto dentro del área para ver qué pasaba. Astuto. Martínez Munuera observó penalti, penalti discutidísimo, y Sarabia puso el 1-1.
Quedaban tres minutos de descuento con Bigas expulsado, viendo el partido en las escalerillas del túnel del Sánchez Pizjuán. Las Palmas no podía dar un paso más y cuando llegó el minuto 93, hubo córner a favor del Sevilla. Setién y sus jugadores pidieron el final y clemencia pero el árbitro anunció que daría una más. Y Carlos Fernández, canterano de urgencia que apareció en el partido por la baja de Vietto y la ausencia de delanteros, barrió un balón que Javi Varas dejó muerto. Así se firmó el enésimo milagro de un Sevilla que había jugado una primera parte espeluznante que había abierto las primeras grietas del proyecto Sampaoli, pero que se ordenó con la entrada de Vitolo, bajó del liderato a Las Palmas y firmó unas de esas victorias que elevan el dicen que nunca se rinde a categoría de axioma.
Porque el Sevilla de la primera parte había resultado un disparate. Sampaoli alineó un equipo con demasiados toreros: Nasri, Ganso y Vázquez son jugadores de buen toque pero escasa recuperación. Roque Mesa solito lo partió por la mitad con conducciones inteligentes. Recepción, regate y aceleración para habilitar a El Zhar, Mateo, Tana y Livaja. Al marroquí le anularon un gol en nada más empezar, pero Tana aprovechó los espacios que los centrocampistas del Sevilla dejaban a sus espaldas para conducir el balón por la frontal del área y meter el interior. Inalcanzable para Sergio Rico.
No era un gran las Palmas. Sólo un equipo bien puesto y ortodoxo. Vicente Gómez y Roque Mesa le sostuvieron y se basó en una buena organización y un despliegue ayudado por la anarquía del Sevilla, con futbolistas llevando el balón en larguísimas conducciones sin norte y gobernado por una anarquía lejísimos del orden que le dio Emery los últimos años.
La afición señaló a Ganso, jugador superado por el ritmo que demostró su calidad en un gran pase a Ben Yedder que sólo vio él y que casi supone el 1-1. Pero que no tiene ritmo de fútbol de élite y aparece como un islote. Un Riquelme, pero con muchas menos libras como jugador. Pitó el Sánchez Pizjuán al descanso y con razón. Ganaba Las Palmas, pero lo que más preocupación generó en la grada fue el desorden. La imagen de Rami, desairado, reprochando distracciones a sus compañeros, resultó simbólica.
El Sevilla, sin embargo, fue otro en la segunda parte. Vitolo, esencial en el funcionamiento del equipo, le encendió las luces. En el vestuario se había quedado, cómo no, Ganso. El partido tuvo entonces un perfil más reconocible. O al menos, más académico. Las Palmas, más experto esta temporada, se juntó en su campo y dejó el protagonismo al Sevilla. Nasri apareció en el partido, se asoció con el canario y Vázquez también mandó. Varas, sin embargo, estuvo firme en su portería y los centrales amarillos se dejaron todo para defender el coliderato. Lo vieron cerquísima. Justo hasta que llegó el minuto 89 y la parte de la crónica que nunca hubiera querido escribir Quique Setién.