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Beccacece ¿ayudante o entrenador?

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"¿Beccacece? Estamos ante un grandísimo técnico". La afirmación le pertenece al español Juan Manuel Lillo y es el título de una nota publicada el 20 de noviembre pasado en AS Chile. Ante la salida del ayudante de Jorge Sampaoli desde la Roja para asumir como entrenador en Universidad de Chile en lugar de Martín Lasarte, el DT hispano alabó sin remilgos a quien daría su primer paso a cargo de un plantel profesional.

Entonces, Lillo se vislumbraba como el sustituto de Beccacece en la Selección en el entendido de que Sampaoli seguiría al mando de la Roja. Sin embargo, pasó lo que todos sabemos. Hoy, la dupla sí se hizo efectiva, pero a miles de kilómetros de Chile, en la dirección técnica del Sevilla de España.

Los dichos de Lillo viene al caso refrotarlos no como una ironía a propósito de la salida de Beccacece desde la U. Más bien sirven como elementos de contexto para graficar por qué el argentino llegó a hacerse cargo del primer equipo azul sin haber nunca dirigido. Pocos meses antes, la Roja había ganado su primera Copa América y fue una realidad que, a partir del hito, los gestores de la épica poseyeron campo libre para hacer y deshacer en el fútbol nacional.

Pocos fueron los que se atrevieron a cuestionar la elección de Beccacece para conducir a uno de los equipos más grandes del país. La idea era que si a Sampaoli le fue muy bien junto a su ayudante en la U y en la Selección, a este último ineludiblemente tendría que irle tan bien como a su jefe. Los azules se frotaban las manos por contar con su nuevo Jorge Sampaoli en la banca. En todo caso, era un razonamiento harto facilista.

Por lo visto, la variable experiencia previa tuvo cero peso entre los condicionantes estimados por Carlos Heller y el directorio de Azul Azul para llevar a Beccecece al CDA. En este aspecto, seguramente mucho tuvo que ver también el propio entrenador. Siempre habló de haber salido multicampeón en la U y de haber ganado la Copa América con Chile. Como si todos los logros de Sampaoli fueran propios. Pero así no ocurrió, el mérito le corresponde al actual DT del Sevilla, con la colaboración, eso sí, de Beccacece y de otro grupo de gente también. Claro, porque hay un mundo de diferencia entre la labor del entrenador y la del ayudante.

El DT en jefe detenta el poder, mientras que el colaborador se encuentra en una escala inferior. Y el poder tiene que ver con poner o sacar jugadores de la titularidad. Esta situación tensiona completamente la relación con los dirigidos, porque la mayoría cree tener los atributos para jugar siempre desde el primer minuto. Para el ayudante esto no es tema, ya que es tácito que quien decide es el que está más arriba en la escala de mando. Por eso, la mayor cercanía del colaborador del DT hacia el plantel.

El futbolista se acerca naturalmente al que se encuentra en un plano de mayor igualdad respecto de él, busca vínculos más simétricos. Sobre todo para exteriorizar los cuestionamientos futbolísticas en torno a la conducción de la que son objetos, situación enormemente al alza en la actualidad. Para muestra un botón: en la disputa de la Supercopa, Johnny Herrera, cual Beccacece, recorrió muchos metros para darle instrucciones a Nicolás Maturana. Y eso que el zurdo recién iba a ingresar y ya había recibido las directrices de rigor del cuerpo técnico

Otro asunto tiene que ver con la absorción de la presión. El depositario de la responsabilidad siempre será el DT y no su ayudante, quien puede sentirse tan responsable como su jefe, pero la realidad es diferente (en la U ahora la culpa es de Beccacece y no de Nicolás Diez, por mucho que este último se sienta tan responsable como su superior). De ahí que frente al éxito opere la misma lógica de responsabilidad, aunque en estos casos tiende a esparcirse un tanto en el universo de jugadores liderados.

El tema es clarísimo: nunca un ayudante va a experimentar en su cargo las presiones que debe sortear un entrenador en jefe. ¡Jamás! Entonces, pasar a liderar el grupo es una coyuntura muy distinta. 

De tal modo, el camino hacia la jefatura en un plantel es un proceso que exige una progresión bien llevada. Por ejemplo, partir en un cuadro con menor repercusión mediática y con menos obligaciones en la tabla de posiciones. "¿Y cómo el 'Lulo' Socías? Salió campeón dos veces después de irse Arturo Salah en los 90", dirán algunos. Es verdad y puede ser la excepción. Pero un detalle: después no pudo jamás repetir tal éxito, deambulando por varios clubes sin volver a trascender.