¿Qué pasó Víctor Hugo?
Hace dos semanas la consigna en la U era “descomprimir”. Sacarle presión al equipo atrapado en un trabajo exigente pero que no lograba nada. Los ánimos estaban crispados, el ambiente en el CDA se cortaba con una navaja, incluso aparecieron rayados en las paredes. El equipo no jugaba tan mal, había una mecánica, una idea de fondo, eso parecía, pero era tal la seguidilla de errores dentro del funcionamiento, que las jornadas malas se sumaban una tras de otra. Y cundía una ansiedad tóxica en el plantel, cuerpo técnico, dirigentes e hinchada.
La U parecía a punto de estallar.
Entonces la tarea primordial para la dupla Castañeda-Musrri, como ellos confesaron frente a los micrófonos y le medio avaló, era quitarle presión al equipo. Soltarles las amarras y que el juego fluyera con más naturalidad sin alterar demasiado las piezas ni el funcionamiento. Tras dos buenos resultados ante Palestino e Iquique, la “descompresión” pareció avanzar. El mismo Gastón Fernández reconoció que se “habían sacado una mochila”.
Claro, una cosa es sacarle aire al neumático para que no estalle y otra muy distinta es desinflarlo. Y la U en el clásico fue un equipo laxo, apagado, casi un zombi. Fue superada tanto colectivamente como en los duelos individuales. Del cuadro crispado, rasposo, incómodo, ciego y metedor, que chocaba una y otra vez pero no bajaba los brazos, pasó a ser distraído, blando, predecible y sin alma, que fue incapaz de generar una ocasión de gol con juego asociado. Universidad de Chile se pasó al otro extremo. Y esa no era la solución. Castañeda lo sabe y lo reconoció en camarines: “Jugamos muy mal”.
No va a ser fácil para la dupla técnica azul encontrar el equilibrio. Así como para Becaccece la derrota 3-0 con la Católica cuestionó todo su trabajo, para Castañeda este 2-0 en el Monumental le dará mucha tarea de aquí en adelante. La idea era redibujar un equipo, no desvanecerse en el aire.