El increíble viaje en bicicleta del chileno Jerónimo Del Sur
Un año después de dejar su cargo como gerente de Deportes Temuco, pedaleó 1.215 kilómetros para entregar en mano una carta de motivación en UEFA, COI y FIFA.
La ciudad de Temuco, 689 kilómetros al sur de Santiago de Chile, cobija al Club Deportes Temuco, actualmente en la primera división. Ahí se desempeñaba como gerente Jerónimo Díaz Tomic, hasta que decidió dejar su empleo hace un año y seguir su carrera profesional en el extranjero.
Jerónimo tenía algo importante entre manos: una carta. Y tenía que entregarla en bicicleta. El destino era Europa. ¿Por qué era tan importante entregar ese documento? ¿Quién era su destinatario? Nada menos que la UEFA, el Comité Olímpico Internacional (COI) y la FIFA.
Era una carta de motivación escrita por este experto en marketing deportivo. Su aspiración era poder abrirse puertas en estas todopoderosas organizaciones internacionales. Por el método tradicional –decenas de emails, llamadas, cargas de currículum en las plataformas digitales de estas compañías- no había tenido éxito. "En un principio pensé que era mi falta de experiencia internacional. Dejé mi país y partí en búsqueda de experiencias durante los últimos años en Australia, Europa y América, pero no fue suficiente.
Después pensé que probablemente los estudios serían el factor decisivo para ser seleccionado. Estudié un diploma en Sidney y luego un Magíster en la ciudad de Barcelona; aún no fue suficiente. Por último alguien me dijo que para entrar a estas organizaciones había que dominar diferentes idiomas. A mi español materno, perfeccioné el inglés y le incorporé el francés. Tampoco ha sido suficiente".
12.482 kilómetros en línea recta desde Temuco hasta Zúrich
Una bicicleta Btwin Hoprider 520 bicycle, una cámara de fotos Sony A6000, una cámara de video Osmo y un drone DJI Phantom 4. El equipaje de nuestro protagonista estaba pensado hasta el más mínimo detalle. De hecho, para poder recorrer esos 1.215 kilómetros en 25 días, necesitó un sistema de batería solar que le permitió disponer de energía eléctrica durante todo el viaje. Si sumamos algo de ropa, artículos de camping y de reparación de bicicletas, el total del equipaje sumaba... ¡40 kilos!
Su periplo se desarrolló entre el 21 de agosto y el 14 de septiembre, pero realmente el viaje comenzó muchos años antes... "Para mi esta aventura no comenzó ahora, si no hace ocho años cuando dejé de ver el fútbol como un hincha y comencé a trabajar profesionalmente en el área del marketing deportivo. A través de estos años he transitado por un largo camino, con altos y bajos, pero que a la suma me han dado experiencias maravillosas, como haberme impulsado a salir a conocer diferentes lugares del mundo, culturas, aprender idiomas, compartir con otros profesionales del deporte e incluso a conocer quien es hoy mi mujer".
La decisión de Jerónimo fue muy meditada. De hecho, nunca se habría subido a esa bicicleta si no tuviera una historia profesional que le respaldara de cara a estas organizaciones -experiencias en dos federaciones, un Mundial Femenino FIFA, una Copa América, una Eurocopa y en un equipo de fútbol profesional). Pero para emprender su camino necesitaba dinero, más de 3.000 euros. Recurrió entonces a una plataforma de crowdfunding, Kickstarter. A todas las personas que financiaron su proyecto les ofreció a cambio recompensas simbólicas, como fotografías impresas del viaje, libros, postales, etc.
El viaje se dividió en tres grandes tramos: primero, el "Canal de Midi", un trayecto que bordea la Garonne y conecta el Océano Atlántico con el Mar Mediterráneo. El segundo fue la vía Rhona, que llevó a Jerónimo desde las playas del Mediterráneo hasta los Alpes Suizos. Y el tercero, el cruce de Los Alpes y la bajada final hasta Zurich. Nuestro protagonista chileno pudo haber escogido otra ruta más amable, pero diseñó este trayecto pensando en los mejores paisajes. "Los Alpes simbolizaban un elemento muy importante para esta historia. Eran el gran obstáculo a vencer. El lugar ideal para esto fue el Furkapass, un trayecto de 16 Km. con una altura máxima de 2.436 metros. No tenía idea si sería capaz de subirlo o no cuando lo puse en mi camino. Pero de eso se trataba, de exigirme al máximo físicamente y mentalmente".
Comienza el pedaleo
Jerónimo Díaz Tomic no se tomó el viaje a la ligera. Había muchas personas detrás que le habían respaldado, emocional y económicamente. Por eso organizó cada jornada con precisión de cirujano. No hubo día que estuviera menos de diez horas sobre su bicicleta, comenzando su ruta ciclista diaria desde las 06:30 de la mañana. Además, tenía que detener su marcha para hacer las fotografías – el máximo número de tomas que se podía hacer con el drone al día eran 2, lo que le obligó a elegir muy bien el momento-. Después de cada jornada, tocaba cuidar la alimentación y el descanso, porque una lesión podía arruinar sus planes. Por eso se hidrataba constantemente, tomaba vitaminas y proteínas y dormía al menos siete horas.
Miguel, Joaquín, el temido Furkapass y el pequeño pueblo de Optevoz
"Afortunadamente no conocí a otro que llevara una carta a la FIFA porque habría sido una carrera por llegar primero..." Jerónimo recuerda ahora con ironía que el 90% de su trayecto lo hizo en solitario. Miguel, un ciclista español, le ayudó a arreglar un pinchazo y con un alemán llamado Joaquín llegó a cruzar la frontera de Francia a Suiza.
El viaje dejó grabadas a fuego dos preciosas estampas en la mente de Jerónimo. "La primera fue una sorpresa en el camino, ya que no lo tenía previsto. Fue un puente colgante de tipo Himalayo en Francia, muy cerca de Montelimar, en un pueblo que se llama Rochemaure. El segundo sin duda el Furkapass. Es realmente increíble de ver desde esa perspectiva la belleza de Los Alpes mientras uno va subiendo en zigzagueo. Es un lugar irrepetible que me siento afortunado de conocer y me encantaría transformarlo en una tradición familiar de cruzar alguna vez en la vida en bicicleta. Hace bien para el espíritu mirar desde la cumbre y saber que uno fue capaz de hacer eso en su bicicleta".
También hubo momentos para las anécdotas. "Durante un trayecto cerca de la frontera de Suiza me perdí. Se hacía de noche y me encontraba literalmente en la punta del cerro por lo que estaba preocupado de no encontrar un lugar para acampar. Pasé por un pequeño pueblo de nombre Optevoz y encontré a una pareja de franceses que estaban leyendo en su patio y les pregunté por si conocían algún lugar donde yo pudiese acampar. Me contestaron que no había nada en Km. pero que si a mi me parecía ellos me invitaba a su casa. ¿Si a mi me parecía? Wow. Les dije que sí y mientras desmontaba los bolsos para armar la carpa antes que estuviese completamente de noche, ellos se me acercaron para decirme que podría dormir adentro, me entregaron una toalla y me dijeron donde tomar la ducha. Estaba impactado, vengo de un mundo acostumbrado a la desconfianza en el desconocido que incluso me sentía incómodo de recibir tanta generosidad. Después comimos juntos y me contaban que en su juventud habían viajado mucho y que eso les había dado una mentalidad abierta. Realmente quedé muy agradecido y me hizo reflexionar de que vivimos tan apurados que no tenemos tiempo ni de escuchar a las personas que tenemos al lado. Somos muy buenos para etiquetar y ser prejuiciosos".
Los inevitables fantasmas
Después de tantas y tantas horas trajinando sin descanso, era inevitable que sobre la cabeza de nuestro protagonista se posaran los temidos fantasmas. ¿Servía de algo esta aventura? ¿Sería bueno abandonar? "No sería verdad decir que no aparecieron las dudas durante el camino. Hubo momentos en donde me cuestionaba la idea, me preocupaba mucho que esto se viera como una caricatura, como el hincha fanático del fútbol que de un día para otro agarró su bicicleta para en la FIFA. ¡No puede ser más lejos de la realidad! Sería muy fácil pensar que lo valorable estuviera en la cantidad de kilómetros, fueron 1215, la distancia desde mi casa a la puerta de la FIFA. Pudieron haber sido más o menos, eso fue parte de una casualidad". Esta historia no tiene moraleja, no hay final feliz, ni vencedores, ni vencidos. Es perseverancia.
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