Chile, ancho y profundo
La Selección chilena recuperó su memoria funcional en la victoria por 2-1 contra Perú. Antes, cuando cayó por 3-0 ante Ecuador, el equipo de Juan Antonio Pizzi solo había intentado jugar en los primeros 20 minutos. Después, la implacable puna, de los 2.800 metros de altitud en Quito, pulverizó todo intento de resistencia y proactividad. Sin embargo, en el Estadio Nacional, el curso futbolístico de la Roja parece que ahora retornó a su cauce.
Chile volvió a ser el equipo de juego fluido, expansivo, vital, que acorrala a oponentes a pasos de su arco. Sobre todo cuando actúa en el recinto de Ñuñoa. La imagen es potente en el exterior y las otras selecciones respetan. Lo demostró Perú, que disputó el partido muy atrás en la cancha. Particularmente, en el primer tiempo, a pesar de los gritos desesperado del DT Ricardo Gareca para que sus jugadores al menos se ubicaran unos 15 ó 20 metros más arriba.
La Roja fue un equipo ancho y profundo. El ideal táctico cuando se juega en casa, se presume un oponente replegado y con alta densidad defensiva, la cuenta fue abierta y los otros goles no llegan, y finalmente hay que atacar en forma constante. Tenía que ser así, porque el Mundial corría riesgo de convertirse en una quimera.
Pizzi dispuso una inédita línea ofensiva: Eduardo Vargas, Nicolás Castillo y Alexis Sánchez. El ariete de Universidad Católica como centrodelantero y 'Edu' y el tocopillano como punteros, por la derecha y la izquierda, respectivamente. En este asunto, hay que olvidarse de los antiguos 'wingnes', esos aleros pegados a las rayas, cuya única función consistía en correr por la orilla y tirar centros.
Hoy, la contingencia es distinta. Son tipos más elaboradores de juego, que intervienen en la construcción y, con intermitencias, en el pase final. Aunque también llegan a línea de fondo, esto no es lo único. También su labor se centra en interactuar con el lateral respectivo, generando asociaciones que permitan ser dañinos por el flanco. Es decir, atacar colectivamente por la punta.
Contra Perú, la maniobra recurrente en ofensiva, cuando se avanzó por uno u otro costado, fue la ubicación del puntero (Vargas o Sánchez) en la esquina del área penal, desplegando así a la línea ofensiva en todo el borde superior de este rectángulo. Quedaron así despejados los 12-15 metros hacia las líneas de banda para permitir la pasada libre de los laterales (Mauricio Isla y Jean Beausejour). Claro, porque los marcadores de punta incaicos cerraban con su marca y la persecución de los volantes externos peruanos nunca fue tal.
Así nació el primer tanto. Vargas, en una posición interna, habilitó a Isla, quien apareció libre por la orilla y sacó el centro para el cabezazo de Arturo Vidal. En el otro lado pasó lo mismo, pero no fue gol. Beausejour profundizó con Sánchez. El tocopillano envió el centro, 'Edu' metió el frentazo y Pedro Gallese envió al córner.
Cuando los punteros se pegaron a la línea de banda (abrir la cancha) y abandonaron la esquina del área como ubicación referencial, la pasada de los laterales fue por el pasillo a la espalda del marcador de punta incaico. Este mecanismo táctico se dio poco en la derecha, a raíz de la tendencia de Vargas por actuar más interiormente. Pero por la izquierda fue muy productivo: Sánchez se alineaba longitudinalmente con Beausejour, se generaba en el espacio defensivo y el zurdo lo aprovechaba irrumpiendo a toda velocidad por el corredor.
"Ser anchos para ser profundos". La consigna táctica proviene del Juego de Posición dado a conocer mundialmente por el Barcelona de Pep Guardiola. Ante Perú, la idea Chile la puso en práctica con la gran faena de las duplas Isla-Vargas y Beausejour-Sánchez. Mérito de los ejecutantes y también de Pizzi, quien trazó el plan. En conjunto llevaron a cabo una fórmula ideada para vulnerar cualquier espesura defensiva. Tal como la que procuró desarrollar el rival de la Roja en el Nacional.