Sampaoli ha elegido el camino correcto
El Sevilla aún no juega como Sampaoli espera y prometió, pero los resultados son buenos. Está un punto por delante del Barça y del Villarreal y un punto por detrás del Madrid y el Atlético. Se ha metido en la escapada buena. En Champions, empató a la Juve a domicilio y ganó en casa al OL. Parece que no se podría pedir mucho más en un equipo que (como cada año) tiene media plantilla nueva y que el curso pasado a estas alturas iba muy mal por eso mismo. Sin embargo, hay una desconfianza visible entre el sevillismo. A muchos les disgusta el juego, a casi todos les disgusta el discurso.
Hay un discurso que todavía entra mal en España, que aún despierta sospechas. Hemos escuchado tantos años lo de ‘ganar por lo civil o lo criminal’, lo de ‘mejor tener una y meterla que veinte y no meterla’, que lo contrario aún crea sospecha. Y eso no cambia aunque hayamos vivido los años del Barça de Guardiola y de La Roja de los éxitos. Sampaoli hizo una soflama antes del partido de Supercopa con el Madrid que levantó revuelo: “Quiero un Sevilla que defienda más una idea que un resultado”... Luego, se escapó el título en el último instante y fue reo de la culpa de no utilizar ‘el otro fútbol’.
Como tiene a Lillo a su lado, le llaman ‘sampalillo’. Lillo hizo célebre su culto oral a esa forma de juego que entonces era nueva y que ha triunfado. Ha renunciado a hablar así en público, pero su fama le persigue. Sampaoli, no, y es prisionero de sus palabras, doble arma contra él. Unos le acusan de desdeñar los resultados; otros, de conseguirlos sin jugar como prometió. En el club le han pedido contención en sus expresiones. La afición debate, eso es bueno, y él, mientras el juego aparece, saca resultados. Porque se trata de las dos cosas, jugar bien y ganar, que no son incompatibles, sino lo contrario.