Hernández
Único, grande, nuestro
La historia de Arturo Vidal está lejos de terminar de escribirse. A sus 29 años, en pleno apogeo de su carrera, fue nominado entre los 30 jugadores que disputarán el Balón de Oro convirtiéndose en el tercer jugador chileno que obtiene tal distinción. ¿Merecido? Ciento por ciento. ¿Tiene opción de ganarlo? Es muy improbable.
Vidal difícilmente podrá arrebatarle el preciado trofeo a Cristiano Rolando. Ni siquiera Lio Messi, y nótese de quién estamos hablando, tiene argumentos para amagar esta temporada al portugués que ganó la Champions, la Eurocopa e hizo 35 goles por el Real Madrid. El volante del Bayern Munich suma enormes méritos, pero CR7 está fuera de concurso.
Con todo, que el ex Colo Colo haya entrado en la lista no sorprende. Decenas de los más relevantes actores del fútbol mundial han dicho que Vidal es uno de los mejores futbolistas de la actualidad. Y sus números lo refrendan: campeón de la Bundesliga, Copa Alemania, semifinalista de la Champions y campeón de la Copa América Centenario. Pocos, muy pocos jugadores en el planeta pueden lucir un palmarés de ese tipo.
El Rey Arturo es un jugador único, un futbolista capaz de sacar una pelota de la línea y, pocos segundos después, anotar como el mejor delantero centro. Su despliegue marca diferencias y técnicamente es irreprochable. Aunque su posición nominal es de volante ofensivo se mueve con destreza por todas las zonas del campo. Esta temporada ha conquistado 14 goles, siete por la selección y otros siete por su club. Un todocampista de elite.
Si bien en determinados partidos a Vidal se le puede cuestionar cierto desorden o excesiva tendencia a salir jugando (lo que propició el primer gol de Paraguay en Asunción) su aporte supera con creces eventuales debilidades. El volante del Bayern es el alma del equipo, la reserva espiritual de la Roja, el tipo que empuja cuando las cosas se ponen cuesta arriba. En las clasificatorias ha anotado los últimos cinco goles de Chile. Si el equipo está en carrera por un cupo en Rusia 2018 en gran medida se lo debe a él.
Vidal tiene cuerda para rato. Físicamente es, por lejos, más dotado que el promedio. Y aunque en los medios muchas veces se ve retratada su cara más festiva, su preocupación por conservar su estado revela la madurez que se requiere para destacar en el primer mundo del fútbol. Ello explica por qué contrató a Juan Ramírez como preparador físico personal en Alemania. Sabe que detalles como éste pueden alargar su carrera en el viejo continente.
Puede que el bautizazo, el conato que protagonizó en un bar italiano o el despiste de su Ferrari marquen hitos negativos en su historial. Pero también cabría preguntarse por qué episodios de esa naturaleza no perjudicaron su carrera. La respuesta es simple. Y es que Vidal es determinante, demasiado bueno para la pelota. ¿Aprendió de sus errores? Nunca se sabe. El último año se ha visto en una dimensión netamente familiar, en patota, preocupado de la salud de su hijo y disfrutando al máximo su profesión.
Solo el tiempo dirá si Vidal se convierte en el mejor futbolista chileno de todos los tiempos. Este lunes, dio un nuevo paso en esa dirección.