¿Cuándo vale recular?
Faltaban tres minutos para que terminara el partido entre Universidad Católica y Audax Italiano. Lo que parecía ser una faena fácil y sin grandes complicaciones, con amarillas por reclamos y sin goles dudosos, pasó a ser un tremendo dolor de cabeza para el árbitro.
A esas alturas el CDF iba en la séptima repetición de la brutal jugada. Bascuñán se daba vueltas y finalmente se armó de valor. Fue a buscar a Magnasco, sacó la amarilla e hizo el gesto que quedaba anulada. Luego le mostró la roja. Toda la UC se le fue en contra: los jugadores y el estadio completo.
Bascuñán no vio la falta y sus ayudantes, en primera instancia, tampoco. Al ver las consecuencias, intentó reparar una injusticia. Es legítimo. El punto es el cómo:
-Si Bascuñán actuó luego de ver la rodilla hecha pebre de Navarrete y concluir que era producto de esa patada que él no vio o calibró, su proceder es correcto. Y también muy noble. No cualquiera cambia una decisión que, al mismo tiempo, es reconocer un error en público.
-Si Bascuñán actuó porque le soplaron vía intercomunicador que la repetición televisiva lo dejaba mal parado, el asunto se pudre y el error inicial se multiplica por 10. ¿Por qué? Porque es antirreglamentario, por muy justo que parezca.
Recular ("ceder de su dictamen u opinión", según la RAE) estará bien dependiendo de la forma. Esta vez hubo justicia, pero jamás sabremos si estuvo bien hecho.