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Guarello

Chile cambió

Actualizado a
Chile cambió
CLAUDIO REYESAFP

Aún caliente el triunfo sobre Uruguay, es un hecho que Juan Antonio Pizzi tiene casi completadas las reformas estructurales del equipo. De la impronta Sampaoli-Bielsa quedan algunas cosas importantes, pero es un hecho que Chile cambió. El antiguo pressing asfixiante se ha moderado, sólo aparece en momentos específicos del partido y se aplica según rival y contexto. Hace rato que los defensores no juegan mano a mano con los delanteros rivales, aunque por desaplicaciones en algunos momentos parezca lo contrario. Como se vio frente a Colombia, los laterales pueden circunscribirse a la tarea de la marca y no cruzar la mitad de la cancha en todo el duelo. No hay complejos en sacrificar la posesión (fundamental en Sampaoli) o la verticalidad (base del juego de Bielsa) en aras de obtener un resultado. Se puede mandar un defensa central (Roco contra Uruguay) para aguantar el marcador bien arropados con cinco hombres en propio sector. Se puede alinear un volante, Pedro Pablo Hernández, sobre la base de su juego aéreo y su dinámica en detrimento de otro, Felipe Gutiérrez, que por característica era más parecido al hombre a reemplazar: Charles Aránguiz.

Claro, Pizzi, en su pragmatismo, mantiene cosas que funcionan bien, como la ubicación de Marcelo Díaz como volante central, la libertad de Arturo Vidal (entregada por Sampaoli, negada por Bielsa), la fe en Eduardo Vargas o el respeto a la titularidad de Gonzalo Jara, aunque el central de la U siempre tenga en vilo esta condición.

Este fútbol de Pizzi es menos “totalizador” y espectacular que el de Sampaoli. Tiene menos solidez filosófica que el de Bielsa. Por momentos parece más apagado, más contenido, menos protagonista. Y es verdad. Hay poco de memorable en la actual propuesta, poco que aportar a los libros de historia del fútbol. Seguramente en el terreno del debate, los argumentos de Pizzi queden muy disminuidos ante las exuberantes páginas escritas por sus predecesores.

Pero de repente es necesario mirar el cuadro en su totalidad. Porque la tarea de Pizzi era reinventarse en el éxito, mantener, al menos, un rendimiento que tiene a Chile entre los diez mejores del mundo. Y se encontró con un camarín desgastado por una década de trajín, con jugadores acostumbrados al éxito y tremendamente autónomos. Un camarín jodido en verdad. Replicar lo de Sampaoli era un suicidio. Hay varios jugadores de ese momento que ya no están (Jorge Valdivia) o su rendimiento ha bajado de manera notable (Eugenio Mena) a la vez que existe un recambio muy exiguo, a gotas. La propuesta de Don Sampa exigía un nivel de compromiso y desgaste que ya había tocado techo, que comenzaba a mostrar grietas notables y fue una de las razones, no la única, por la que el técnico forzó su salida de la selección. Eso, que había funcionado bien por ocho años, necesitaba una variable, un ajuste importante, para sacarle otro ciclo mundialista a este grupo de jugadores muy corto y con demasiado kilometraje.

Y Juan Antonio Pizzi comenzó a cambiar la forma, paulatinamente, sin traumas, sin golpes de efecto, como la llegada del otoño: primero unas hojas amarillas, luego baja la temperatura, después oscurece más temprano, más adelante cae una fina lluvia. De repente, el verano se ha ido.

Lo tenemos claro, esta selección puede que ya no genere tanta admiración en el exterior, pero está en ruta de mantener los buenos resultados. Me parece bastante.