¡Deuda saldada!
A Federico Delbonis, un habitué de los challengers que se juegan año a año en Santiago, su entrenador le decía “sos muy buena gente, tenés que ser más pícaro, uno puede seguir siendo buena persona fuera de la cancha, pero en el court, el de enfrente es tu enemigo”. Gustavo Tavernini quería transmitir al tenista nacido en Azul, Buenos Aires, que había que jugar cada punto con cara de pocos amigos.
Este domingo Delbonis pagó una deuda histórica del tenis argentino. Y lo hizo con una personalidad increíble. La misma que expuso el viernes para llevar al quinto set a Marin Cilic y que en la definición frente a Ivo Karlovic le permitió darle el punto decisivo a Argentina. Cada vez que la pelota le quedó pagada, Delbo apuntó al hígado del gigantón croata y acabó ganando el match en sets corridos. Jugó desde la primera bola con cara de perro.
Argentina se llevó la Ensaladera de Plata el año menos pensado. Con un cuadro dificilísimo y la mayoría de las series fuera de casa. Es que a comienzos de temporada nadie contaba con la resurrección de un Juan Martín del Potro enorme a contar de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro.
Delpo no ganó el quinto punto, pero aportó dos victorias determinantes. La del tercer sencillo ante su gran amigo Cilic, contemporáneo desde su época de juvenil, fue de colección, levantando dos sets y un quiebre abajo. Fue admirable cómo después de haber jugado los tres días y tener el partido tan cuesta arriba ante el número seis del mundo tuvo las agallas, y la calidad tenística, para darlo vuelta. De seguro esa remontada animó a Delbonis para completar la hazaña.
Argentina cumplió por fin. Y terminó de escribir el capítulo que le faltaba en la competición tenística por equipos más importante del mundo. Lo ocurrido en Zagreb va con dedicatoria para Vilas y Clerc que rasguñaron el título ante Estados Unidos y para Nalbandián, Coria, Gaudio, Chela, Zabaleta, Calleri y Acasuso que no fueron capaces de lograr el título pese a que en algún momento cuatro de ellos figuraron en el top ten de manera simultánea.
Cómo olvidar la gigantesca farra de la final de 2008 en Mar del Plata donde intereses extra tenísticos perjudicaron al equipo. Ese partido no se jugó en Buenos Aires ni Córdoba por razones políticas y la serie de disputó en la ciudad que puso más dinero. La repartición de los premios se estuvo discutiendo hasta un par de días antes del sorteo. Al final, Argentina perdió 3-1 y terminaron todos peleados. Una postal: Nalbandián puteando al capitán Luli Mancini cuando le pidió que fuera a la conferencia de prensa.
Esta vez la historia fue distinta. En su recorrido a la final, Argentina fue ganando con humildad y un equipo sin grandes figuras. Sin ningún jugador entre los 40 primeros del mundo. La inclusión de Del Potro en los singles a contar de las semifinales fue clave. El tandilense ganó sus cuatro individuales y aportó el liderazgo necesario para una conquista de esta envergadura.
Hace un año, con dos operaciones a cuestas, sin entrenador, preparador físico y solo un puñado de torneos jugados en tres temporadas, nadie hubiera pensado que Delpo se colgaría una medalla de plata en Río y dos meses después levantaría la esquiva ensaladera de plata. Una demostración palpable de que el tandilense es un superclase y volvió para quedarse. Si el físico le responde en 2017 será top ten seguro.
Bien por Argentina que con compañerismo y humildad, todo lo que le faltó hace ocho años en Mardel, saldó la mayor deuda de su historia deportiva.