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Un autogolazo por todo el espectro de colores, desde el nacimiento hasta el fin del arcoíris donde los duendes esconden la olla de oro, fue el experimento del co-arbitraje tecnológico en el Campeonato Mundial de Clubes. Cada vez que se uso la repetición en video, el fallo resultó contradictorio u erróneo y afectó una de las bases del fútbol: la continuidad.

La tecnología ayuda, pero a veces resulta contraproducente. Andar en carritos eléctricos para caminar a la larga atrofia los músculos y provoca graves daños a la salud; usar GPS hasta para ir a comprar el pan a dos cuadras, anula nuestro sentido de la orientación y nos convertimos en seres dependientes, vulnerables ante cualquier emergencia.

La continuidad en el fútbol es esencial para que el juego resulte atractivo. Detener el partido en la mitad del juego, esperar la repetición de la jugada mirando la pantalla gigante (que no todos los estadios tienen), luego ver cuatro o cinco tomas, finalmente tomar una determinación es un embrollo. Sobre todo cuando la jugada admite más de una interpretación, como el penal de Barroso a Buonanotte en San Carlos de Apoquindo ¿Aclaró la imagen la jugada? No, quedó un margen de dudas muy grandes. Es decir, en una jugada como ésa la bendita tecnología no ayuda. Al contrario, condiciona a los jugadores y al público generando más polémica.

Es necesario el dispositivo que define si la pelota entró o no. Eso es en el momento y se acaba. Aunque en los últimos 30 años en los mundiales, sólo ha habido dos jugadas dudosas que lo hubieran requerido (Michel contra Brasil en 1986 y Lampard contra Alemania el 2010). Distinto es entrar a discutir los offsides, las pequeñas faltas, las manos dentro del área (¿rebote? ¿casual? ¿posición natural?), los agarrones de camisetas. Todos pendientes de la cámara, relativizando cada cobro, minimizando la tarea del árbitro.

La tecnología sirve para deportes como el Football Americano que se detiene a cada instante, ante cada tackle. O para el tenis, donde se anota luego de cada raqueteo. En el rugby, al ser un deporte de mucho contacto y definición milimétrica del puntaje, también se implementó con éxito. Allí las faltas son más fáciles de determinar y no tienen tantas variantes como el fútbol. Además, cada vez que hay un cobro los equipos se reagrupan completamente, lo mismo cuando hay un line out o un scrum. Tiene una fluidez muy distinta al fútbol.

Por el momento es un “no” rotundo. Van a tener que afinar mucho el sistema para que sea funcional y no termine haciendo de este deporte un juego lento, lleno de cortes, de polémicas infladas. En definitiva, la tecnología puede hacer muy aburrido el fútbol.