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Con los años, el Ironman de Pucón se ha convertido en una de las competencias deportivas más llamativas y hermosas que se realizan en nuestro país. Más allá del glamour y de los famosillos que cada año se suman a esta prueba, se ha ido transformando en una instancia muy dura, exigente, y competitiva (su denominación de 70,3 millas se debe a que la natación se compone de 1,2 millas, el ciclismo de 56 millas y finalmente el trote de 13,1 millas).

Esto ha significado que los triatletas que compiten se preparen mucho mejor, incorporando otros elementos para rendir cada vez mejor: el entrenamiento mental, algo que hasta hace pocos años no era algo que formalmente se integraba al trabajo deportivo.

El primer elemento mental que deben desarrollar quiénes compiten en el Ironman es la capacidad de cambio y adaptación, ya que durante la carrera las tres modalidades existentes le exigen al triatleta distintas habilidades técnicas. Es tan claro que incluso en dos de las tres pruebas el deportista depende sólo de sí mismo, mientras que en la otra, cuenta con el apoyo de una bicicleta, que implica una adaptación, una toma de decisiones y un requerimiento técnico distinto. Hay que sumar lo táctico, donde también hay diferencias que obligan a un despliegue mental distinto. Por ejemplo, en el comienzo de la prueba (natación) van todos los deportistas dentro de una gran masa, algo muy distinto a lo que posteriormente sucede en el ciclismo o en el trote, donde el atleta se enfrenta a un desafío personal y el rival ya no está presente de manera directa.

Pero hay otro factor que sin duda está más presente que en cualquier otra competencia: la comunicación personal o diálogo interno. Al ser el triatlón una prueba extenuante, larga y donde el principal contrincante es el propio deportista, la comunicación interna juega un rol fundamental para poder sintonizarse con esa motivación más intrínseca y tomar las decisiones adecuadas en todo momento. Para esto hay dos ideas que debe tener presente un atleta. La primera es que nuestro cerebro está “diseñado” para sobrevivir y esto implica que tiene la tendencia natural a fijarse en lo negativo, en los miedos y a ser más pesimista. Por tanto se hace muy necesario que el triatleta desarrolle la capacidad de programar su cerebro, identificando y controlando los pensamientos irracionales y reemplazándolos por aquellos que generen acciones y conductas positivas.

Un triatleta de marca mundial que se ha referido en torno a este tema es precisamente Mark Allen, quién en su libro “Alma en forma. Cuerpo en forma”, habló de cómo pudo derrotar finalmente a rivales como Dave Scott y al chileno Cristián Bustos.

En el relato cuenta que hubo un vuelco en su forma de competir cuando logró lo que él llamó “acallar su propia mente”, refiriéndose precisamente a la gran cantidad de ideación irracional y negativa que circulaba por su cabeza durante la competencia. La historia de cómo lo logra es interesante, ya que, recurrió a chamanes mexicanos y para ello viajó hasta donde estaban ellos (un recóndito lugar de la sierra mexicana) en una historia que finalmente no solo marcó un cambio deportivo, sino personal.

Nuestra principal exponente hoy en este deporte, Bárbara Riveros, ha dicho que tiene influencias directas de Mark Allen, justamente en relación con estos temas.