Sevilla gana en un mal día y queda a dos puntos del líder
Un gol de Iborra tras un penal errado por Jovetic decidió la historia. Agónico partido del equipo de Sampaoli que sufrió hasta el final. El Athletic mereció más.
El Sevilla pide a gritos una estación de servicio. Va justísimo sin gasolina. Sólo, y ya es mucho, su capacidad de resistencia, su orgullo competitivo y el aliento de su gente, le permitieron resistir el bombardeo del Athletic, que apretó y mereció puntuar de largo. Pero el Sevilla llegó a la orilla y ganó un partido que le pone a tiro de Madrid y Barcelona en una admirable carrera en la que, a distancia, aparenta ir perdiendo energía, pero de la que está saliendo con una voluntad admirable. El Sánchez Pizjuán despidió encendido a los suyos, que se mantuvieron en la cima otro día más gracias a Iborra, ese héroe de guardia. Mientras otros miraban cómo Jovetic fallaba el cuarto penalti de la temporada del Sevilla, el capitán pisó el área antes que nadie (ilegalmente por tanto) para marcar un gol, tres puntos. Un tesoro.
Fue un partido bravísimo en el que Sevilla tocó a rebato nada más salir. Jovetic, un bisonte, rozó el gol dos veces y se pidió el penalti que Etxeita cometió sobre Vietto. Fue un espejismo porque el motor del Sevilla, castigado por una temporada salvaje de partidos y exigencia, gripó pronto. Y el partido viró. Beñat y San José cogieron el mando pese al buen partido de Kranevitter (el mejor desde que llegó a Sevilla), Muniain se metió bien entre líneas y Lekue fue muy dañino para Escudero. Arriba estaba Raúl García, que lo remata todo. El navarro se inventó un cabezazo precioso que describió una parábola imposible para Rico. El balón se estrelló en el palo. Fue la primera de una sucesión de oportunidades del Athletic. Al Sevilla, que no paraba de achicar agua, no le llegaba la camisa al cuello y no le alcanzaban las piernas. Williams disparó fuera, Saborit se estrelló con Rico…
El Athletic, bravísimo en la segunda parte, sintió motivos para quejarse cuando reclamó la segunda amarilla a Jovetic por una entrada a Beñat, que pronto se fue lesionado. Dio igual. Valverde y Sampaoli interpretaron entonces una bonita batalla táctica. El Txingurri metió a Susaeta para insistir en la derecha y Sampaoli contrarrestó con centrocampistas, Vázquez y Walter Montoya (debut en la Liga). Raúl García se encontró con Rico en un tirazo. El partido se le hizo una eternidad al Sevilla, que no jugaba a nada y estaba metido en su portería y entregado a su suerte mientras Ocón Arraiz se tragó el silbato y se abstuvo de pitar, jugada tras jugada. Nervión entendió la excepcionalidad del momento, la oportunidad histórica que es pelear una Liga y decidió llevar en volandas a un equipo que boqueaba. Mientras encuentra la estación de servicio, Iborra y le fe son la gasolina del Sevilla.