El deporte reserva momentos históricos que justifican una vida y el Barça, que jamás dejó de creer, protagonizó uno de ellos. A falta de dos minutos para el final del partido al equipo blaugrana le faltaban tres goles para lograr el milagro. Un par de minutos que pasarán a la historia del deporte que se iniciaron con un golazo de Neymar de falta que para cualquier otro equipo hubiera supuesto el lazo a un partido tremendo en el que el conjunto blaugrana derrotaba al campeón francés por 4-1. Pero en ese instante, una bendita locura se apoderó del estadio. La catarsis fue demoledora.
Fue el cierre épico a un partido casi perfecto de los barcelonistas, que desde el primer minuto al último acogotaron al PSG a base de juego, piernas y fe. Los de Emery fueron un equipo desarmado, asustado y tembloroso desde el inicio. La presión del Barça fue descomunal desde el inicio del partido y todo pareció rodar según el guión perfecto.
Con el Barça apretando como un martillo pilón, una genialidad de Iniesta provocaba el error de Marquinhos que, al tratar de corregirla, Kurzawa convertía en el segundo gol. 2-0 antes del descanso, los franceses temblando y el Camp Nou rugiendo.
Todo pareció acabarse cuando en uno de los pocos errores del conjunto catalán, Cavani anotó el gol que parecía poner fin a una bella aventura. Momentos de duda, de desconcierto, pero en realidad fueron la antesala de algo milagroso. Maravilloso, épico.
Aferrado a un Neymar sensacional, el Barcelona no soltó la ínfima posibilidad del milagro en unos últimos minutos dignos de leyenda. Jamás dejaron de creer, reivindicaron su grandeza y lograron la hazaña que les hace entrar en la leyenda. Este equipo es capaz de cualquier cosa.