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Cuando el pesimismo campeaba en el fútbol chileno tras las eliminaciones de Colo Colo y Unión Española en la Copa Libertadores, y la paupérrima campaña de la selección Sub 20 en Ecuador, el sol volvió a asomar después de semanas de tempestades y lamentos. La calma llegó de la mano de la Sub 17 y su sorprendente campaña en el Sudamericano, además, de la recuperación de Universidad Católica, que este miércoles consiguió un valiosísimo triunfo ante Flamengo.

Evaluar si el fútbol chileno está en baja o en riesgo de perder su estatus a nivel de Selección, por una eventual falta de recambio, debe ser un asunto de estado en la ANFP y los clubes. Hay que revisar urgentemente si el trabajo en las divisiones inferiores está siendo adecuado y la inversión en las selecciones menores la que corresponde a un país que ocupa el cuarto lugar en el ranking FIFA. Nunca antes la actividad generó tantos recursos a través del CDF y la comercialización de la Roja, pero la reinversión de esos dineros está muy lejos de ser proporcional a los ingresos.

Volviendo al vaso medio lleno, Católica despertó a tiempo para tomar las banderas de los equipos chilenos. El notable repunte en Curitiba, ante Atlético Paranaense, fue la hebra para iniciar el despegue, volver al triunfo en el Clausura y dotar al equipo de la confianza necesaria para vencer a un gran equipo como Flamengo. Esto, más allá de los colores y rótulos, es una buena noticia. Que el bicampeón del fútbol chileno goce de buena salud y sea competitivo en el frente interno y la Libertadores es beneficioso por donde se le mire. La imagen del balompié local está en juego.

Destacable fue la convicción de la dirigencia y cuerpo técnico de Católica para hacer frente a las turbulencias y enmendar el rumbo. Después de un arranque pésimo, con todas sus letras, el equipo logró recuperar la memoria y los jugadores mejoraron notoriamente sus rendimientos individuales. En tiempos en que cuatro o cinco malos resultados pueden tumbar a cualquier entrenador, o llevar al equipo por el despeñadero, la UC tuvo el mérito de mirar hacia adentro, ordenar la casa y hacer los ajustes técnicos necesarios. Un equipo que terminó ganándolo todo en 2016 no podía estar tan bajo de la noche a la mañana.

Clave en el repunte cruzado fueron las mejoras de jugadores como Parot, Fuenzalida, Kalinski, Buonanotte, Noir y Silva. Independiente de que Mario Salas moviera el tablero y afinara el esquema volviendo al formato del año anterior si los futbolistas no hubieran hecho su autocrítica y trabajado a fondo la recuperación no hubiese sido posible. Era un dato de la causa que la respuesta estaba dentro de la cancha. El caso de Silva es la mejor demostración.

Ante Flamengo, el equipo dio otro paso cualitativo. Mostró oficio y madurez. Aguantó un primer tiempo adverso, con Toselli solidísimo, y trabajó el partido. Pese a ser superado en el lapso inicial, el cuadro de la franja siempre pensó en los tres puntos y aguardó el momento preciso para dar la estocada. Después del golazo de Silva tuvo su mejor expresión futbolística y pudo ganar por un marcador más amplio. Se impuso con autoridad, tocando el balón, llegando a fondo, no pidiendo la hora.

Tras la derrota de San Lorenzo en casa ante Atlético Paranaense el grupo decantó temprano. El equipo argentino pagó cara su inactividad y, aparentemente, la lucha por clasificar será entre la UC y los dos equipos brasileños. Está bravo pasar, pero si Católica consolida su alza no es imposible. Ojalá así sea, por el bien del club y del fútbol chileno.