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Iturra

Hombre muerto atajando

A estas alturas, quizás el mayor espaldarazo que podría darle el técnico a Garcés sea darle descanso y no exponerlo a un nuevo martirio. Hay ingredientes suficientes para tumbar al tipo más duro.

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Hombre muerto atajando
MARCELO HERNANDEZ/PHOTOSPORT

La cara de Paulo Garcés tras la derrota ante San Luis no dejó indiferente a nadie, ni siquiera al más duro. Si ya tras el clásico ante la U su expresión corporal provocaba compasión, la del domingo en Quillota era conmovedora. Aquello de que la procesión va por dentro ni siquiera explica un 10 por ciento del dolor del parralino.

Las reglas no escritas del fútbol dicen que los partidos los ganan los equipos y los pierden los arqueros. El problema es que al Halcón la mala suerte lo está atacando con saña y no hay argumento que lo salve. Ni que es buen tipo, gran persona, honesto y trabajador como pocos. Recuerden que Johnny Herrera lo reventó cuando llegó a la U. Y al poco tiempo eran amigos. ¡Vaya prueba!

Paulo Garcés no es un mal arquero. De hecho, está en el grupo de los mejores. Si fuera malo no habría estado en los tres equipos grandes de Chile ni en la Selección. Eso sí, es un portero con ripios de formación. Y en situaciones como la actual, eso se nota mucho.

Son tres los errores que precipitaron el martirio que hoy vive Paulo Garcés. En el gol de Gonzalo Bustamante en Cavancha, Garcés estaba mal parado. No tenía idea dónde estaba el arco a sus espaldas. Y si bien los porteros no pueden usar espejo retrovisor, sí pueden marcar los palos en el área chica y grande. Por eso que el parralino terminó golpeándose con el vertical al volar.

El domingo en Quillota le volvió a pasar lo mismo. Antes del gol de Ignacio Lara, en una puntazo desviado de Carlos Escobar, Garcés iba con la mirada fija en la pelota, se pegó con el palo en el hombro izquierdo y quedó lastimado.

En los goles de Felipe Mora y de San Luis, no pudo atrapar la pelota. Ante la U, como estaba parado casi dentro del arco, redujo la opción de reaccionar y el bote se le fue adentro. En el Lucio Fariña, su intento de atrapada le amortiguó el disparo a Lara y se la dejó mansita para que el quillotano lograra el sueño del pibe. Hay errores y mala suerte. Y como son repetitivos, la profecía autocumplida comienza a trabajar y se convierte en presión extra cuando la mente opera antes de cada decisión: "No vaya a ser cosa que me equivoque como la última vez y...".

Es imposible saber cuánto le afecta, pero claramente que se le sindique como el causante de la crisis de Blanco y Negro por su accidentada renovación de contrato tiene que haberle provocado algo. Por cierto, él no tuvo la culpa de que así fuera, si no que el presidente que no le informó a nadie del directorio sobre su decisión.

A estas alturas, quizás el mayor espaldarazo que podría darle el entrenador a Paulo Garcés sea mandarlo a descansar y no exponerlo a un nuevo martirio. Hay ingredientes suficientes para derrumbar al tipo más duro y a la mente más fuerte. La situación de Garcés se está convirtiendo en un karma y no hay que olvidar que el futbolista que usa guantes, al final del día, también es un ser humano.

Cuenta la historia que Moacir Barbosa Nacimento, el portero de Brasil 50', nunca más fue el mismo después del Maracanazo y que cargó toda la vida con una culpa ajena. Ojalá no expongan a Garcés, un buen arquero, mejor tipo y quien no está en un buen momento, a algo así.