PSICOLOGÍA
¿Quejarnos sirve de algo?
Estar siempre alerta, la autocrítica en exceso, preocuparse por lo que no ha pasado, adoptar una actitud de víctima ante las quejas… ¿qué función tiene todo?
En cualquier práctica o trabajo que se precie, la autocrítica es necesaria. Una autocrítica constructiva hace que estemos atentos a nuestros propios errores, o nos puede poner en guardia ante posibles adversidades que habíamos pasado por alto. Además, el ser consciente de mis propios errores y el tratar de enmendarlos hace que me conozca mejor y que me desarrolle como persona y me autoestima aumente.
Pero, la autocrítica puede ser un arma de doble filo, si estamos constantemente con esa arma entre las manos. Para hablar sobre esta temática, preguntamos al psicólogo Andrés Montero, del centro Norte Psicólogos. “Una crítica constante a todo lo que hacemos, pensamos y sentimos, hará que nos sentimos culpables e inútiles y mientras con la crítica, selectiva y productiva, crecíamos. La crítica des-adaptativa, nos impedirá avanzar y hará que nuestra autoestima esté por los suelos”, nos comenta para Buenavida+.
“Pregúntate, cuando te critiques si te estas ciñendo a la realidad de los hechos, o estas basando la crítica en hechos pasados o en objetivos inalcanzables, si la crítica te lleva a la culpa o a la vergüenza recondúcela hacia la superación”.
La preocupación en exceso
¿Se puede estar todo el tiempo preocupado? ¿No es perjudicial? El psicólogo nos comenta “el estar preocupados por algo nos pone en alerta; sin duda, ser un buen previsor de los contratiempos futuros puede hacer que los resolvamos con éxito. Recordemos el cuento de la cigarra y la hormiga que oíamos de niños, tenía un buen mensaje, preocuparse por el invierno hacia que la hormiga acumulara comida, pero había otro mensaje más implícito, no basta con preocuparse, si no que, la hormiga se ocupaba de aquello que le inquietaba y recolectaba tanto como podía. A veces nos olvidamos de esta parte del cuento y la preocupación se convierte en algo improductivo, la preocupación debe ser la antesala de pasar la acción”.
“Una preocupación en exceso por algo malo que pueda ocurrir no hará que si eso sucede estemos más preparados, al contrario, hará que estemos más ansiosos y temerosos de lo que pueda ocurrir, por lo que, si no sucede habremos estado sufriendo en balde y, si sucede, el temor y la ansiedad puede que nos bloquee y limite nuestros recursos”, nos cuenta.
Incide Montero, “pregúntate, cuando esté preocupado, si puedes hacer algo para resolver aquello que te inquieta y cómo puedes llevarlo a cabo, ponte con ello, si lo que te preocupa lo único que hace es ocupar tu mente, intenta ocuparte de algo que sí puedas realizar, podrás distraerte de esos pensamientos y te verás reconfortado por haber pasado a la acción”.
¿Quejarnos sirve de algo?
¿Sirve de algo quejarnos? Preguntamos a Andrés Montero por esto. Todos conocemos a nuestro alrededor personas que no paran de quejarse. Viven en la queja. Personas que cuando toca resolver un problema de trabajo se quejan sin parar sin avanzar en la solución. “En ocasiones esto puede llegar a ser verdad, ya siendo adultos, necesitamos quejarnos para poder conseguir aquello que queremos, o si no lo conseguimos, al menos, pondré en constancia a los demás aquello que me desagrada”.
“Puede parecer productivo, pero cuidado, no siempre cumple esta función, a veces nos refugiamos en la queja, y es esta misma, la que no nos deja avanzar, la que dispara nuestros pensamientos negativos y por lo tanto nuestra ansiedad, y lo hace sin que nos demos cuenta, la queja puede convertirse en un mecanismo de defensa para no enfrentarnos a lo que tememos, incluso una queja continua se convierte en un rol de victima queriendo obtener la compasión de los demás; pero, lo más negativo y contraproducente, gastamos todas nuestras energías y nos provocamos un aumento de ansiedad, proclamando lo insatisfecho que estoy en vez de poner soluciones a esa insatisfacción”, afirma Montero.
"Sin duda, alojarse en la queja, puede que a la larga nos cause un malestar continuo y un estilo de ansiedad e insatisfacción que se convierta en un círculo vicioso bastante tóxico para nuestra vida, del cual deseamos salir pero a la vez alimenta aquello que promulgo a los demás obteniendo una ganancia secundaria 'soy infeliz, estoy sufriendo, perdona mis errores”.
Para Montero, hay que preguntarse: “cuando te veas quejándote muy a menudo, ¿qué función tiene esa queja? Si te ayuda a liberar una carga o estás defendiendo tus derechos o el de los demás, esa queja tendrá un comienzo y un final; si no es así, es posible que necesites una reflexión acerca de la función de la queja y de los beneficios y perjuicios que esta te ocasiona”, nos relata.
Toca hacer análisis, apuntar cuándo nos quejamos, de qué sirve, y hacia dónde nos lleva.