Un tenista sin gracia
¿Quién se hace cargo de los niños terribles del tenis cuando dejan de ser los protagonistas del show, cuando ya no les celebran sus tonteras?
La ausencia de ídolos en los tiempos en que el marketing deportivo estaba en ciernes les dio una categoría especial y un sinnúmero de privilegios a algunos tenistas. Dueños de un carisma desconocido hasta ese momento, se les tildó de díscolos o “locos lindos”, cuando simplemente eran unos mal educados.
En ese grupo estaban Ilie Nastase y John McEnroe, entre varios más. Tipos que jugaban con estadios repletos de espectadores ávidos por ver jugadas mágicas que surgían espontáneamente desde sus prodigiosas muñecas y que le daban al tenis la popularidad que por muchos años anduvo buscando.
La pregunta es: ¿qué pasa con esos niños terribles cuando dejan de ser los protagonistas del show, cuando todas sus tonteras dejan de tener gracia?
Algunos, como McEnroe, se reinventan en lo opuesto: la seriedad. Dura tarea, porque el McEnroe comentarista debiera proyectar análisis, imparcialidad y ecuanimidad.
Pareciera entonces no calzar la figura del energúmeno que rompía raquetas y garabateaba a los umpires con la del tipo que años después se veía por la televisión vestido de traje y corbata diciendo de qué se trata el tenis, enseñando cómo se juega y explicando por qué el campeón del torneo fue mejor que los demás.
Nastase, el gran ídolo deportivo de la Rumania de la Guerra Fría junto con la gimnasta Nadia Comaneci, tuvo un crédito enorme para hacer lo que se le diera la regalada gana. Total, el "bufón de los Cárpatos" era ídolo. Pero su línea de sobregiro parece estar agotándose.
El ex campeón de Roland Garros 1973 fue expulsado de Wimbledon. Una salida de madre en un partido por la Fed Cup ante Gran Bretaña le costó muy cara. A Ilie siempre le costó regular el carácter, pero tratar como “zorras de mierda” a la tenista Johana Konta y la capitana Anne Keothavong, no es algo fácil de explicar y mucho menos de perdonar. Había hecho algo parecido en una serie anterior contra la capitana de Bélgica.
El tino tampoco es un don en él, especialmente cuando quiso hacer un chiste sobre el futuro hijo de Serena Williams: "A ver de qué color es el niño ¿café con leche?". La alusión era a la pareja de la multicampeona, quien es de raza blanca.
Nastase sigue pensando que es un ídolo intocable, pero se dio un porrazo. Aparte de Wimbledon, le negaron la entrada en Roland Garros, el torneo donde un par de veces lo invitaron a entregar la copa de los mosqueteros al campeón y donde hoy le cierran la puerta en las narices.
¿En qué pensará Nastase? La confusión debe ser total en su cabeza. Si toda la vida le celebraron sus excentricidades y desmadres, ¿por qué hoy no? No le cuadra que los medios, cómplices históricos de sus estupideces, hoy lo critiquen. Posiblemente los culpe de todos sus males.
Ojalá que alguien ayude a este pobre tipo y le explique que los tiempos han cambiado, que el fin ya no justifica los medios, que es un hombre viejo que debe madurar algún día y que sus tonteras ya no causan gracia.