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BOSTON CELTICS

La emotiva historia del base de los Celtics, que escapó a tiempo de la calle

Tras la muerte de su hermano Todd y la muy cercana de Michael, el base de los Celtics canalizó su frustración tirando piedras a la gente.

Marcus Smart.
Jason MillerAFP

Marcus Smart nació en un suburbio de Dallas (Texas) hace poco más de 23 años. Sus dos progenitores (Camellia y Billy Frank Smart) siempre le acompañaron, pero nadie le marcó como su hermano mayor, Todd, 23 años mayor e hijo de un padre distinto. “Fue como un padre para mí. Cuando mis padres estaban trabajando, era lo único que tenía. A los 15 años le diagnosticaron un cáncer de pulmón. Luchó durante 18 años hasta que perdió la batalla. Pese a que ya estaba enfermo, se aseguraba de que yo estuviera bien, me echaba un cable con los deberes y me enseñó a montar en bici. Estaba enfermo, pero nunca lo mostraba. Eso habla mucho de su carácter y valentía”, explicaba a 'Sports Illustrated' hace un par de semanas el número 6 del draft 2014.

A comienzos de 2004, a los 33 años Todd acabó cediendo en su lucha contra la enfermedad. Un golpe que devastó a la familia. Sobre todo a Michael, el tercero de sus hermanos, quien a sus 19 años tiró por la borda una prometedora carrera de baloncesto para sumirse en el mundo de las bandas juveniles callejeras. Cambió el color naranja del balón de baloncesto por las drogas y las armas. Con apenas 10 años, Marcus se acostumbró a esperarle en la calle para asegurarse que su madre no perdería un segundo hijo. “Mamá no necesita ninguna llamada por la madrugada que le diga que te encuentras en la cárcel o un par de metros bajo el suelo”, le comentaba a Michael.

No había transcurrido ni un año cuando este estuvo cerca de perder la vida por una sobredosis de cocaína. Logró recuperarse y aunque asegura que no volvió a esnifar esta sustancia, siguió ligado al mundo de la calle. El mismo ambiente del que trató de proteger a su hermano pequeño. Si bien el dolor provocado por la pérdida de Todd, el casi cercano fallecimiento de Michael y las compañías del colegio arrastraron a Smart a una oscuridad de la que logró escapar a tiempo. “Me sentía realmente perdido”, relataba a ‘USA Today Sports’.

El baloncesto y el fútbol americano no eran suficientes para aplacar su ira, por lo que pronto comenzó a robar chucherías y refrescos en distintos establecimientos para pasar la tarde. La única manera de apaciguar la rabia que sentía era peleándose. “Es el peor dolor que uno puede sentir. Solo podía contrarrestarlo peleando”, rememora. Esa espiral de violencia le abrieron las puertas del reformatorio. "Era como estar en la cárcel, explica sobre su mes interno en el centro. Su adolescencia podría haberse truncado de una forma mucho más abrupta si su hermano Michael no le hubiera interceptado cuando salió de casa con una pistola de su padre para vengarse tras una de sus habituales peleas pandilleras.

Ningún episodio le marcó más como el de aquella tarde en la que desde un segundo piso, un compañero y él se encontraban tirando piedras a la cabeza de quien pasara por allí. Era algo habitual. Una forma de canalizar la rabia que casi acaba con su vida. Uno de los jóvenes a los que golpearon aquel día empezó a perseguirles amenazando con matarles. No fue una simple advertencia. Mientras los chiquillos trataban de huir sacó un arma y apretó el gatillo en cuatro ocasiones. “Literalmente corrimos para salvar nuestra vida”. Aquel hombre encapuchado era un conocido de Michael, pero Marcus únicamente le contó que trató de golpearles para evitar futuras represalias que acabaran perjudicando a su hermano.

Mami, no quería preocuparte”, se excusó el hoy jugador de los Celtics cuando le contó a su madre los terribles sentimientos que le acechaban. Inmediatamente comenzó a ir a terapia para controlar sus emociones al mismo tiempo que la familia se mudó a una zona mucho más tranquila. Fue como si renaciera. Volvió de la penumbra a la luz”, exclama Camellia al recordar tan positivo y radical cambio. Un nuevo comienzo que le ayudó a decantarse por el baloncesto sobre el fútbol americano hasta brillar en la Universidad de Oklahoma State como uno de los mejores jugadores de su generación. Tras dos temporadas en los Cowboys, aterrizó en los Celtics como una de las grandes esperanzas de una reconstrucción que va cumpliendo los plazos. Su adaptación a la NBA no fue todo lo rápida que deseó, pero poco a poco va derribando la barrera a base de lucha, garra y actuaciones notables en momentos claves como la del tercer partido de la final del Este ante los Cavaliers (quien le conozca bien no debe sorprenderse por su 7/10 en triples anoche en ‘The Q’). Aunque su gran cualidad es la defensa. “Defiendo como mi hermano Todd vivió. Me enseñó a defender como si cada partido fuera el último. Cuando juego siempre le tengo presente. Su nombre no se perderá en vano”, proclama.