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Justicia para Pizzi

Claudio Bravo charló extensa y profundamente con AS Chile. El capitán de la Roja se paseó por una multiplicidad de tópicos en la antesala del viaje a Rusia, país al que Chile irá con la clara ambición de lograr la Copa Confederaciones. En las palabras del arquero del Manchester City hay un asunto que llama mucho la atención: su defensa a rajatabla de la labor de Juan Antonio Pizzi, tras casi un año y medio de la gestión del DT en la Selección.

Bravo destacó tres aspectos clave en lo que ha hecho el entrenador. Primero, su capacidad profesional y técnica para darle un perfil al equipo, teniendo en cada pasada solo algunas horas para trabajar en cancha aspectos futbolísticos con el plantel. Luego, el correcto manejo de grupo del que ha hecho gala el técnico en el camarín nacional. Finalmente, la apertura de mente de Pizzi para recibir las ideas de los jugadores y así "seguir manteniendo todo esto como debe ser".  

El tema de la evaluación del trabajo de Pizzi en Juan Pinto Durán es todo un asunto. El análisis burdo y simplón lo ubica allá arriba, súper alto, en el acotado olimpo de los técnicos nacionales, junto a Fernando Riera (tercero en el Mundial de 1962) y Jorge Sampaoli (ganador de la penúltima Copa América).

Claro, el argentino-español le dio a Chile su segundo trofeo internacional, en Estados Unidos, la Copa América Centenario, durante el año pasado. Es la óptica calificativa que arrasa: lo único valedero es ganar, el producto, el resultado. Ni hablar de construir, desarrollar o elaborar. Eso es puro verso de los perdedores de siempre. Solo vale tener, poseer, ganar, los tres puntos. Y claro, por supuesto, era que no, enrostrárselo a todo el resto (¿será algo así como el síndrome de ostentación del rico por rebote trasladado al ámbito futbolístico?).

La otra perspectiva de evaluación en el fútbol es la óptica holística. Considerar varios factores y, en virtud de la estimación general de todas las variables, ponerle nota al asunto. En este aspecto, Pizzi también resulta bien calificado.

En su momento, el DT dejó el León de Mexico, un equipo de segunda línea en la liga azteca con puntuales apariciones en la vanguardia local, para dirigir a una de las cinco mejores selecciones del mundo. No solo eso: tenía que asumir en medio de un proceso de Eliminatorias, con un título histórico a cuestas y a pocos meses de ratificar este logro fuera del país, un ámbito donde siempre le ha costado horrores a la Roja.

Para ello, el entrenador ha actuado con una plasticidad plausible. Si no, cómo olvidar el día que se hizo el leso ante la prensa interpelado por una pataleta de Vidal en una práctica de fútbol reducido que el propio DT arbitraba, según él mismo admitió. El volante del Bayern Munich se enojó ampulosamente con algunos cobros y Pizzi contestó: "Tenía razones Arturo para estar molesto, porque yo soy un pésimo árbitro".

Públicamente, al técnico le importó un comino quedar en un línea de poder inferior respecto de sus dirigidos. Ahora bien, no sabemos cuál fue el tono de la conversación interna con Vidal después (lo verdaderamente importante), a raíz del episodio. El técnico de la Roja no es de hablar mucho con los jugadores ni de andar a los abrazos con ellos. Pero tiene la mano firme en la resolución de situaciones puntuales. Se comenta que no ha variado un ápice en aquello, así que debe haber resuelto en estos últimos términos el asunto con el Rey Arturo.

Tal laxitud ha sido menor en la cancha. De entrada, Pizzi eliminó el volante ofensivo (Jorge Valdivia en la Copa América de Chile) y se la jugó por actuar siempre con un centrodelantero (regularmente Eduardo Vargas). El equipo dejó el 4-3-1-2 y pasó a un 4-1-2-3. Del énfasis en el juego interior transitó a la Amplitud (abrir la cancha) y al ataque por las puntas, con la instauración de sendas duplas por las bandas. También, la presión tras la pérdida del balón decantó en un reagrupamiento desde la zona media hacia atrás. El equipo se hizo menos presuroso. Sin embargo, ganó estabilidad defensiva.

"Llevamos tiempo con Pizzi haciendo las cosas bien. No se le ha destacado como merece. Hay mucha injusticia en ese sentido", sostuvo Bravo en su conversación con AS Chile. Tiene razón el capitán de la Selección.

El DT le dio curso a la autogestión del camarín (la mayoría la forman tipos mayores que no van a andar mandándose embarradas de cabros jóvenes) para preservar el vínculo favorable con los jugadores. Esto le abrió un espacio para darle al funcionamiento del equipo los toques tácticos que él estimaba pertinentes. Está en lo cierto Bravo. Hay que destacar el mérito holístico de Pizzi, que haya plena justicia para su gestión.