Fernández jugó por Fiorentina en amistoso ante Real Madrid
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El Trofeo Bernabéu, fiesta de carácter local aunque venida a menos, no interrumpió nada en el Madrid. Zidane buceó en su plantilla y regresó a casa tranquilo, porque la colección de Sub-21 que respalda al campeón es impecable. Desfilaron con gracia por la pasarela Marcos Llorente, Theo, Ceballos, Achraf y Mayoral, se confirmó Asensio y se presentó Cristiano en perfecto estado de revista. Utiliza su enfado general (con Hacienda, con los comités, quién sabe si con el club...) en beneficio propio. Con el gol es incapaz de discutir.
No hay partido con el público más a favor de obra que el del Trofeo Bernabéu. Se juega en agosto, donde aún no se ha roto nada (o se han ganado títulos, como en el caso que nos ocupa), abundan los meritorios y los canteranos, no hiere el marcador y hay una predisposición al juego desinhibido. No resultó, pues, una rareza, a que los seis minutos se hubiesen marcado dos goles, un magnífico aliño inicial.
El estrellato de Asensio
El partido fue un balcón al futuro para la hinchada. Aun con Sergio Ramos y Cristiano Ronaldo, cuya alineación fue un alivio a sus respectivos síndromes de abstinencia por las sanciones federativas, la edad media del once inicial de Zidane apenas superó los 24 años. Ese horizonte despejado es una de las claves del Disneyworld en que vive el Madrid estos días, más si se compara con la zona cero en que se ha convertido el Barça. La degustación de Sub-21 confirmó el estrellato de Asensio, que tuvo momentos de comandante en jefe desde sus 21 años. Estamos, definitivamente, ante un jugador superior, quizá de época, con carácter y muchos registros. Esta vez Zidane le entregó el partido a su imaginación, en funciones de Isco, a ratos a babor y a estribor, a ratos enganchando, frecuentemente retrasándose para colaborar en la salida. El Madrid estuvo gran parte del partido en su mochila. Sacó un sobresaliente en responsabilidad, pero esa nota, probablemente, ya se la había puesto Zidane antes del partido. No extrañó que saliera aclamado.
Por lo demás, fue un duelo desenvuelto, con muchas secuencias de acción, en el que este Neomadrid se autoimpuso la obligación de quedar bien. Y eso que el partido vino de nalgas, con una salida explosiva de Gio Simeone, cuya puesta de largo con la Fiorentina resultó estupenda, y un buen gol del francés Veretout, en remate al borde del área.
Respuesta rápida
Tuvo el Madrid una respuesta alegre y codiciosa, que empezó en Marcos Llorente, al que va a costar sacarle del grupo. Su determinación amplía el bendito problema de sobrecarga de plantilla que ha de manejar Zidane. Atento, con un gran sentido del deber y menos desgaste inútil que en anteriores ocasiones, relanzó al Madrid, que pronto se abrió a las bandas. Y desde ahí, desde la izquierda, fabricó el empate, en arranque de Asensio, asistencia de Cristiano y gol a puerta vacía de Mayoral, al que se sitúa como el más desfavorecido del grupo por exceso de competencia.
La rapidez con la que el Madrid equilibró el marcador cambió definitivamente el curso del partido, aunque se vio sobresaltado por una chilena espectacular de Astori al larguero. Pero antes y después tuvo el partido en un puño desde la posesión. La generación que llega ha completado la metamorfosis: aquel equipo al galope de Mourinho ha acabado con goles después de 44 toques.
Al descanso el Madrid ya se fue con ventaja, en maniobra de Cristiano similar a la del Camp Nou: recorte a Pezzella en la izquierda y rosca al segundo palo. Golazo y declaración formal de que el portugués se ha puesto al día en su corta pretemporada.
Los cambios
La Fiorentina cambió su once completo en la segunda mitad, pero sin poner del revés el partido, al que se agarró Ceballos, otro joven cargado de autoridad. Como Hagi, hijo de una leyenda, y que en la segunda mitad dejó grandes detalles en el equipo italiano. Magnífica su pierna derecha.
Los cambios hicieron decaer mucho el choque en su recta final, aunque Zidane fue sumando titulares a la causa y también jugadores del filial. Luca Zidane, Manu Hernando, Tejero y el brillante Óscar se presentaron al Bernabéu, pero ni el Madrid tenía ya las burbujas de la primera mitad ni la Fiorentina quiso descoserse en busca del empate. Esperó atrás, ordenada, buscando un golpe de suerte que la llevara al empate. La irrupción de Isco, siempre cargado de magia, ahogó sus opciones. Cristiano aún tuvo tiempo de meter un zurdazo al palo. El cuartel general de artillería no cierra ni en agosto.