La fatalidad de Hoyos
Ángel Guillermo Hoyos provoca reacciones extremas. Cuando llegó a Chile y mostró su particular discurso, rápidamente lo tildaron de versero y vende humo. Al poco tiempo, cuando fue campeón con la U, pasó a ser un iluminado, situado un escalón debajo de la categoría de mesías.
Ni lo uno ni lo otro. Hoyos lucía un buen currículo al aterrizar en el CDA: trabajó en las inferiores del Barcelona y fue seleccionador boliviano. Suficiente con eso. Y cuando logró el título con la U tuvo méritos destacadísimos, pero que no iban más allá de haber aprovechado adecuadamente el traspié con ribetes de farra que tuvo Colo Colo en el torneo pasado. El entrenador argentino no trajo de vuelta la filosofía de Helenio Herrera ni emuló a la Naranja Mecánica de Rinus Michel.
Lo notable de Hoyos fue que su filosofía, ayudada por una retórica que convence y conmueve, transitó de la caricatura inicial a provocar un respeto unánime que pocas veces se ve en el fútbol y en la vida.
A Hoyos hoy lo critican porque tras el Superclásico habló mucho y dijo poco y, cual Gandhi, puso la otra mejilla para recibir las bofetadas. "Acá está el árbol del que quieres hacer leña", dijo. Si bien el domingo estuvo media hora atendiendo a los medios, fue claro y preciso en un concepto que engloba todo: "Siempre me equivoco, no solo hoy... la responsabilidad es mía". Todo el resto fue challa.
Hoyos planteó muy mal el partido. ¿Por qué? Por no traicionar el esquema que ha venido usando, con el que cree y siente que sus jugadores están más cómodos y con el que fue campeón. Por eso, al despertar el domingo y enterarse que Francisco Arancibia no sería de la partida debido a un problema estomacal, demostró que no habría sido un buen músico de jazz: improvisó pésimo. El partido era a mediodía y no había margen para una sesuda reflexión.
En la respuesta rápida, Hoyos envió a Matías Rodríguez como puntero derecho y Rafael Caroca como lateral. El primero lleva muchísimos años sin jugar como extremo. Tal vez nunca fue delantero. El segundo ya se había visto terriblemente desacomodado siete días antes contra el crack venezolano Yeferson Soteldo. Hoyos se la jugó en el Superclásico y contra el archirrival. No le resultó.
La U regaló media hora, donde le anotaron dos veces. Cuando logró aparecer por Macul, vino otro regalo y quedó con tres goles en contra. Era demasiada ventaja. Esta vez fue Colo Colo quien aprovechó la farra.
La fatalidad va más allá del resbalón de Gonzalo Jara, aunque el defensa tuvo otros dos previos en el partido que advertían que sus zapatos estaban tremendamente al debe. La fatalidad de Hoyos fue que se equivocó. Algo que le ocurre a todo el resto de los seres humanos.
No es imperdonable que falle, salvo para quienes insisten en verlo como un ser extraterrenal. A Hoyos le quedan 30 puntos en disputa y tiene una unidad más que el archirrival. Tal vez, si logra el bicampeonato, esos mismos van a ir al Vaticano a solicitar su canonización.