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Cuesta entender cómo diablos Chile se metió en este problema e hipotecó su clasificación al Mundial de Rusia. De bicampeón de América y top ten del ranking FIFA a tener que depender de la calculadora y la mejor versión de sus principales figuras para no quedar fuera de la Copa del Mundo. La Roja está en una situación límite y solo Juan Antonio Pizzi y los jugadores –los que están, no los que por distintos motivos quedaron al margen– tienen la última palabra. El resto, somos de palo, meros espectadores.

Si Chile se las arregla y mete en el repechaje o va directo a su tercer mundial consecutivo no debiera sorprender. Por la historia reciente y categoría del plantel. Borrón y cuenta nueva y arriba del avión. Pero si el desenlace es otro y a la Roja no le alcanza, se abre un escenario nuevo, impensado, prematuro para un equipo que estaba para mucho más y se enredó en el camino. En ese contexto, del ciclo incompleto, surgen muchas preguntas, decantan procesos y responsabilidades inmediatas, pero en ningún caso la eliminación representa el apocalipsis para el fútbol chileno.

Evidentemente, la moral quedaría baja y habría que sanarse con un honesto ejercicio de autocrítica, de todos, sin excepción, pero en los hechos la continuidad de giro de las selecciones y fútbol criollo estaría garantizado en lo estructural y financiero.

Más allá de la depreciación del producto por cuatro años y la abrumadora tristeza que significaría no clasificar, los contratos con Chilevisión por más de 110 millones de dólares y la venta del CDF, que debería concretarse de aquí a fin de año, dotarán al futbol chileno de una solvencia económica que garantizaría, con administraciones serias, un adecuado funcionamiento. Bajo ese amparo las selecciones menores, en todas sus categorías y, eventualmente, una nueva Roja adulta podrían trabajar con tranquilidad, planes serios y criterios técnicos ad hoc. Es parte del legado, para muchos invisible, de esta generación.

Si algo caracteriza a Arturo Salah es su visión de estado. Y aunque más de alguien le podría atribuir responsabilidad política ante una posible eliminación, el presidente de la ANFP sólo validará un acuerdo que implique una mejora significativa del producto televisivo y, sobre todo, flujos superiores a los actuales. Hoy el CDF provee pagos variables, pero el nuevo adjudicatario, vía ANFP, además de cancelar una primera cuota millonaria mejorará progresivamente las platas que reciben los clubes favoreciendo notablemente su administración. Esto, corre para todos, desde los denominados equipos grandes –que hoy se reparten el 25% de la torta– pasando por el resto de los clubes (50%) y las entidades de Primera B (25%).

Con todo, este favorable escenario financiero trae también aparejada una enorme responsabilidad para los dirigentes y, especialmente, el directorio que suceda a Salah. En sus manos estará dar un adecuado uso a esos recursos, invertir en las divisiones inferiores y, en el caso de los equipos de mayor historia, intentar recuperar cierta figuración internacional. Probablemente, con la venta del CDF haya quienes estén pensando en hacer la pasada y luego salirse del negocio. El universo dirigencial, sabemos, es variopinto y se mueve por distintas motivaciones. Lo importante es que los clubes grandes estén a la altura, prevalezca la mirada de largo plazo, el futuro directorio de la ANFP priorice el trabajo de las selecciones y no se fije en gastos para conservar el estatus que con tanto trabajo logró alcanzar la Roja. Si hoy el futbol chileno posee bases sólidas para abordar el próximo período es, en gran medida, gracias a la selección y el creciente interés de las audiencias. El negocio vino por añadidura.

La máquina vidente de Luis Reyes y su par europea –diabólicamente digitada por MisterChip– le atribuyen a Chile poco más de un 50% de posibilidades de llegar a Rusia. Es como tirar una moneda al aire y cerrar los ojos. Nada que hacer. Si la Roja lo logra, solo habrá sido un gran susto. Si no lo consigue, más allá de la frustración, el cabreo, los reproches y el análisis posterior, igualmente habrá que darle las gracias. La historia está escrita y lo vivido entre 2007 y la final de la Copa Confederaciones fue demasiado importante para borrarlo de un plumazo. Ahora, a ganar.