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Es urgente ordenar la casa

Como era de esperar tras el fracaso clasificatorio la teorización sobre sus razones alcanza por esas horas su punto más álgido e incluye los trapitos al sol de la mujer de Claudio Bravo sobre los jugadores que se fueron de fiesta y no tuvieron un comportamiento adecuado para llegar a la copa del mundo. Si bien la mayoría de los caminos conducen a Juan Antonio Pizzi y su evidente responsabilidad técnica, el misil de Carla Pardo alude implícitamente a Arturo Vidal, quien reaccionó con estratégica rapidez en sus redes sociales y junto con expresar su profunda tristeza por la eliminación aseguró que está disponible para seguir en la Roja.

Lo que podría interpretarse como una mega disputa entre dos de los máximos referentes de la selección no es más que una reacción visceral que a esta altura de los hechos sólo sirve para constatar, con los propios implicados, lo heterogéneo del camarín. Queda claro que en el vestuario conviven diferentes formas de entender el profesionalismo y liderazgos atomizados. Bravo, por ejemplo, tuvo siempre una ascendencia más acotada de la que seguramente quiso. Nada nuevo en todo caso. Por años este panorama fue parte del paisaje, de una interna que permaneció en segundo plano enmascarada por los buenos resultados y títulos de la Copa América. Con el desenlace que todos conocemos, afloran los reproches y queda muy en evidencia que la complacencia de Pizzi contribuyó a que hoy la ropa se esté lavando a vista y paciencia del hincha.

Con todo, quedarse pegado en este episodio es inoficioso. Había polvo debajo de la alfombra, sí, como ha habido siempre. En 2009, luego de ganar en Bolivia, el propio Bravo criticó a Vidal por estar desenfocado. Después remaron juntos por años y el arquero del Manchester City lo defendió con firmeza cuando fue injustamente expulsado en las semifinales de la Champions. Hoy vuelven a distanciarse y, probablemente, se arreglen a la vuelta de la esquina. Era Pizzi y no Bravo quien tendría que haberle puesto atajo a los excesos.

Acá lo que cabe, lo que realmente importa, es actuar con celeridad. Y ese rol le compete a Arturo Salah, de quien uno hubiera esperado un discurso con mayor liderazgo tras la eliminación. Hecho el control de daños, la señal de nombrar a la brevedad a un técnico de nivel mundial se torna clave. Obviamente, la negociación no se resuelve de la noche a la mañana pero debe ser una prioridad absoluta. Afortunadamente los recursos derivados de venta de los derechos de televisión de la Roja permiten apuntar alto y contratar un entrenador de primera línea que ordene la casa. Si llegara a ser el turno de Pellegrini tiene que ser ahora. ¿Bielsa? Un imposible ¿Berizzo? Gran carta, pero su ascendente carrera en Europa dificulta (o descarta) su llegada.

A diferencia de las eliminaciones de los mundiales de 2002 y 2006 esta vez existen bases sólidas para aminorar el impacto de lo sucedido. Condiciones financieras favorables para intentar mantener el alto estatus de una selección que acaba de convertirse en el rival ideal de las potencias europeas para preparar el mundial. Eso como punto de partida para una reingeniería que no puede obviar un énfasis total en las series menores. La ANFP debe asumir la responsabilidad política que le compete en la eliminación y operar con la prolijidad que no tuvo en la planificación de la fecha doble ante Paraguay y Bolivia que terminó siendo determinante en la debacle.

Será tarea del nuevo técnico abocarse a la imprescindible renovación del plantel. Porque para la Copa América de 2019 quizá la mayor parte del plantel esté vigente, pero para una eventual participación en Qatar 2022 hay varios que no llegan. Este largo proceso y la sombra de haber quedado fuera de Rusia con un enorme equipo suponen una invitación ineludible a dejar atrás la displicencia, recuperar el hambre de gloria y, sobre todo, ser humildes. Una virtud que, en algunos casos, se perdió dentro y fuera de la cancha. Es tiempo de aprender de los errores, ¿o vamos a seguir agrandando a los rivales con nuestra grandilocuencia? ¿O ser nuevamente castigados por las ordinarieces de la tribuna? Paremos un poco, seamos conscientes, volvamos a las raíces, al amateurismo –aunque sea un slogan– al ánimo virtuoso que caracterizó el inicio de la era Bielsa y la voracidad de Sampaoli. Desde ahí hay que iniciar la reconstrucción.