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Hernández

Una copa de más

Arturo Vidal lucha con Sebastian Rudy en la Copa Confederaciones.
ANDRES PINA/PHOTOSPORT

En una certera movida ajedrecística Juan Antonio Pizzi entregó el informe de su trabajo al mando de la selección chilena al mismo tiempo que dejó una carta abierta donde abordó varios temas que la afición y, fundamentalmente, sus detractores estaban esperando. De este modo, y con astucia, cambió el foco respecto de un documento cuyo contenido muchos aguardaban para despedazar y, de paso, validar sus propias tesis respecto de la eliminación.

Con todo, cabe establecer que el valor de ese aún desconocido informe es escaso o incluso inexistente. ¿Qué clave puede arrojar? ¿Acaso el nuevo técnico se va a guiar por ese documento? Pizzi cumplió con una formalidad y lo más probable es que la carta abierta que se conoció durante la tarde del jueves sea una síntesis del mentado informe. Pensar otra cosa es no conocer cómo opera el mundo del fútbol donde los códigos son sagrados y, en el caso de los entrenadores, signo de supervivencia en la profesión.

Yendo a la misiva donde Pizzi descarta haber manejado un camarín ingobernable y asegura que el plantel demostró “un alto nivel de compromiso tanto en Juan Pinto Durán como en los viajes y largas concentraciones” queda claro que la Roja no fue al Mundial de Rusia como consecuencia de haber asistido, con equipo estelar, a la Copa de las Confederaciones. El técnico se atribuye la responsabilidad mayor y reitera que los motivos de la eliminación fueron deportivos y no extrafutbolísticos.

Respecto del punto, Pizzi tiene razón cuando vincula la eliminación al torneo europeo de junio y julio pasado. Pero obvia un aspecto esencial: el manejo de la contingencia. Si el costo de participar en Rusia era contar con jugadores desgastados, sin ritmo y, circunstancialmente, cambiando de club de cara a la crucial fecha doble de septiembre tendría que haber visualizado escenarios, no confiarse y jugar un papel mucho más activo en la preparación de los partidos ante Paraguay y Bolivia. Fue su pecado capital. Y esa autocrítica no quedó por escrito.

Un botón de muestra. Insoslayable. La goleada de Colo Colo sobre la U a pocos días del duelo ante Paraguay. Ese partido donde Jara y Beausejour actuaron deficientemente nunca debió jugarse tan encima de la fecha clasificatoria pero el cuerpo técnico no lo previó y cuando intentó intervenir ya era tarde. ¿Otro? Cómo diablos iba a rendir José Pedro Fuenzalida, sorprendente y gravitante comodín en la Copa de las Confederaciones si contó con apenas 8 días de vacaciones. ¿No pudo haber ahí un pedido especial, una mejor comunicación entre los cuerpos técnicos de la selección y Universidad Católica? Eso sin contar que a Pizzi le faltó una vueltecita por Europa o, al menos, un seguimiento más cercano a los jugadores que estaban cambiando de aires o integrándose con un tremendo desfase a sus clubes.

El problema no fue haber ido a ganar la Copa de las Confederaciones donde la historia dictaba estar a la altura, el error radicó en no reparar en los demoledores alcances de aquella participación. Ahí terminó de enredarse la clasificación al mundial.

Hoy, con el fracaso a la vista, es fácil cuestionarlo todo. Echar al olvido la enorme actuación de estos jugadores en Estados Unidos un año atrás. La memoria es frágil, pero Chile ganó la Copa América Centenario con un nivel de dificultad aun mayor que la Copa América de 2015, con Brasil queriendo reivindicarse del papelón del mundial de 2014 y Argentina, Colombia, México y Estados Unidos yendo con todo. Imposible olvidar la final ante Argentina que derivó en la renuncia de Lionel Messi. Copa de cartón no era precisamente. Como tampoco la Copa Confederaciones. ¿O no festejamos eliminar al campeón de Europa con el mejor jugador del mundo de esta temporada en sus filas?

Cerremos el ciclo. Pizzi ya no está. Entregó un informe de escaso valor. Y una carta abierta con una autocrítica acotada. Su paso por la Roja será recordado con distintas tonalidades. Su aporte, seamos justos, no fue menor, pero falló en el objetivo prioritario. Los hechos son fatídicamente conocidos.