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El fin de la utopía de Bielsa

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Muchos ya no se acuerdan, pero así fueron las cosas. Chile derrotó por 2-0 a Uruguay en un partido amistoso, en el Estadio Monumental. El duelo quedó grabado en la memoria de todos como el del adiós de Marcelo Bielsa, dirigiendo a la Roja en nuestro país. Sin embargo, la brega formalmente tuvo otra orientación: fue pactada para conmemorar los 100 años de existencia de la Selección nacional.

Una pequeña precisión nunca está demás, sobre todo para aquellos que aún hablan de que la verdadera historia de la Roja comenzó con la notable labor del entrenador argentino. Muchas cosas sucedieron antes con la Selección. Lo cierto, eso sí, es que con Bielsa en la banca nunca antes una escuadra nacional intentó jugar tan vertiginosa y ofensivamente en todas las canchas del mundo. No solo en la calidez y seguridad del Estadio Nacional, como sí ocurrió en varias ocasiones durante la centuria de la Roja.

Siete años han transcurrido desde aquella noche en Macul. En la alternancia de sistemas de juego que lo caracterizó en su etapa, el rosarino alineó con un 1-3-3-1-3, ese 17 de noviembre de 2010. El mejor de la cancha fue Alexis Sánchez. Desde su posición de puntero derecho, apareció muchas veces de '9'. Aprovechó los descensos de Chupete Suazo a la aposición de '10' y la reubicación de Fabián Orellana, el volante ofensivo original, como extremo. Un intercambio de posiciones memorable, un sello en ofensiva de los equipos de Bielsa.

En defensa, las cosas no fueron distintas. Los uruguayos se complicaron con la presión sobre su salida del elenco chileno. Chupete Suazo, con el sentido de equipo y la voluntad de sacrificio en su máximo esplendor, fue siempre el primer defensor. Guió la recuperación arriba, de '9', escoltado por el bloque de los restantes jugadores, en un espacio de un largo no mayor de 25 ó 30 metros. Un equipo muy corto en extensión para defender, generando superioridades numéricas en la zona donde siempre se encontró el balón. Con cero miedo a dejar liberados los sectores alejados -y también los no tan distantes- de la presencia de la pelota.

Todos estos principios tácticos, en algún momento, fueron reglas sagradas del jugar bien en Chile. Quien renegara de ellos, inevitablemente, tendría que hacerse cargo de su condena al infierno futbolístico nacional. En el averno, el rótulo más light era el de ratón. Hoy, la cosa es bastante distinta. Colo Colo y Universidad de Chile, los dos más grandes del país, por ejemplo, se encuentran lejos de la forma de juego de esa noche en el Monumental. ¿Cuál es el problema? Ninguno. Seguramente, Guede y Hoyos detectaron que ahora cualquier aproximación al modelo bielsista resulta contraproducente.

La gran decepción es que la caída del paradigma conlleva el fin del igualitarismo futbolero. En lo conceptual, Bielsa buscó emparejar la cancha ante el más poderoso (con más recursos y mejores futbolistas), a través de una propuesta ultra arriesgada y exigente (¿no fue así en el histórico 1-0 contra Argentina en el Nacional?). Era una épica, la del equipo más o menos nomás y que, arriesgándose, esforzándose y actuando con extrema sociabilidad, puede doblegar regularmente al más bueno. Con este relato extinguiéndose, la mayoría de las veces ganará el que tiene mejor plantel y más recursos. Lo que sucede ahora en el Transición confirma el fin de la utopía bielsista.