Un Mundial sin Chile
Han pasado 51 días desde que terminaron las eliminatorias mundialistas sudamericanas, tiempo suficiente como para alcanzar esa condición que la fe religiosa te recomienda en los momentos más duros y que no tiene explicación en el marco de la lógica: la resignación.
Chile no va al Mundial, hay que verlo por TV. Está claro, como el agua. Es una verdad absoluta, indesmentible. No hay nada más que hacer. Pero...
Es imposible no sentir algo: envidia, rabia, pica, bronca, lo que sea o cómo se llame.
Algo pasa cuando se sabe que Perú enfrentará a Francia y que posiblemente defina el grupo contra Dinamarca. Cuando se ve a Colombia alineada con Polonia, el cabeza de serie menos fuerte de todos, Senegal y Japón. O a Uruguay, contra los dueños de casa, más los egipcios de Salah y los árabes de Pizzi. Es imposible no pensar cómo le habría ido a Chile allí.
Ejercicio inútil, pero que surge desde el inconsciente vaya uno a saber por qué. Quizás porque el Chile que fue dos veces campeón de América, el que le anotó siete a México, el que le contuvo tres penales al Portugal de Cristiano en la Copa Confederaciones, logró lo inexplicable: quedar fuera de la Copa del Mundo donde debía estar y donde probablemente habría sido protagonista.
Pasarán los años, tal vez toda la historia de la humanidad completa, y la pregunta seguirá sin respuesta.