Hernández
Rivero, el estandarte
La primera opción sigue siendo de Colo Colo, en los números y, sobre todo, en el juego el mejor equipo del certamen.
Octavio Rivero se enojó muchísimo cuando a principios de agosto Colo Colo no aprobó su transferencia a Belgrano. A Blanco y Negro no le pareció adecuada ni confiable la forma de pago que proponía el cuadro cordobés y unilateralmente dio por cerrada la negociación. El ariete uruguayo no lo pudo entender y se amurró. En su cabeza no cabía la negativa de la dirigencia alba que, de paso, declaró persona non grata a su representante en Macul.
No podemos decir que Rivero actuó en rebeldía tras aquel episodio, pero sí que se molestó y, acto seguido, desmotivó. Quienes asisten diariamente al estadio Momumental recuerdan que el ariete charrúa entrenaba con la cara larga, quemado, sin comprender la determinación de su empleador. ¿Qué hizo Pablo Guede? Lo borró de la titularidad.
Luego de varias semanas en la lista negra, Rivero pidió una oportunidad. Cambió ostensiblemente su actitud y volvió a ser elegible para Guede. Desde entonces su aporte ha sido significativo, acorde a su potencial. En Viña del Mar, en la victoria por 3 a 2 ante Everton no solo anotó in extremis el gol del triunfo sino que fue la figura de la cancha. Este domingo en el Monumental abrió la cuenta en el sufrido triunfo de los albos ante Curicó y, nuevamente, fue uno de los mejores del campo.
Colo Colo sacó adelante la tarea, pese al nerviosismo del último tramo del partido cumplió con el objetivo central que era sumar los tres puntos, más luego de las victorias de Unión Española y la U. No fue el mejor encuentro de los albos, tuvo ráfagas, momentos muy lúcidos de Valdivia y Rivero, pero debió ganar por una diferencia más amplia. Mérito de Curicó, sin duda. ¿Lo más importante? Sigue dependiendo de sí mismo para ser campeón. Y tiene a Rivero en estado de gracia.
El triunfo del Cacique puede analizarse en dos dimensiones. Desde las dificultades que padeció en la última media hora con Orión evitando el empate al sacar una pelota abajo cuando quedaban menos de cinco minutos hasta la contundencia de un equipo que marcó tres goles y tuvo otras tres ocasiones clarísimas incluido un tiro en el poste de Valdivia. Finalmente, todo es parte del contexto, las buenas y las malas. El nerviosismo inherente a lo que había en juego y la jerarquía que permitió desnivelar el partido. Pensar que Colo Colo iba a ganar con baile, de principio a fin, es no conocer la realidad el fútbol chileno.
El título albo está a un paso. No es sencillo. Debe visitar a Huachipato que, favorablemente para Colo Colo, quedó fuera de la lucha por un lugar en la Copa Sudamericana, pero tiene jugadores desequilibrantes. El torneo se mantiene a tope, interesante, atractivo, con un desenlace que sigue abierto y puede terminar tanto en la vuelta olímpica del Cacique como en una sorpresa hispana o un eventual partido de definición.
La primera opción sigue siendo de Colo Colo, en los números y, sobre todo, en el juego el mejor equipo del certamen. Si el fútbol tuviera lógica absoluta bajar la estrella 32 sería cuestión de días para el cuadro de Guede. Pero como este deporte está lleno de sorpresas, aciertos y errores y mediado por la variable sicológica todo puede pasar. Que siga el show. A sufrir y disfrutarlo.