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Super Bowl LII

El camino de los Philadelphia Eagles al Super Bowl LII

La lesión de Carson Wentz, cuando estaba siendo considerado para el MVP, dejó al equipo sin posibilidades reales en los playoffs ¿verdad?

Actualizado a
El camino de los Philadelphia Eagles al Super Bowl LII

Pasaba un rato de las doce de la noche, hora peninsular, del pasado 10 de diciembre y en la redacción del Diario As no quedaba ya mucha gente para oírnos. Aún así, los que aquí estaban, nos oyeron: Mariano Tovar, Michel López de Toro y servidor gritamos casi a la vez: "¡Se va a matar!".

Era por Carson Wentz. Era en un Los Angeles Rams - Philadelphia Eagles que nos había tenido el corazón robado durante toda la semana. Dos equipos jóvenes, inesperados y excelentes cara a cara. Wentz, en la red zone en pleno final del tercer cuarto, en la yarda tres en concreto, en primera y gol, vio el cielo abierto por su lado derecho y se lanzó como un kamikaze a por el touchdown; en la línea de anotación le esperaban Mark Barron y Morgan Fox. Entre ambos le hicieron un bocadillo con tan mala suerte de que le reventaron la rodilla izquierda. Se levantó el quarterback de los Eagles pensando que había anotado y cojeando ligeramente. La realidad es que un holding le quitó ese touchdown y la cojera resultó ser que sus ligamentos habían crujido hasta la rotura.

¿Quién pensaba que podríamos estar hablando hoy de los Philadelphia Eagles tras esa noticia? Nadie. O casi nadie. Carson Wentz estaba jugando para ser considerado MVP de la temporada. Para ser precisos del todo, en ese instante era el candidato principal al premio. Perder eso y perder cualquier esperanza es todo uno en la NFL ¿Verdad?

Resulta que no. Primero, resulta que Wentz aún siguió en el campo para dar el pase de touchdown a Alshon Jeffery que ponía a su equipo por delante. Y, segundo, resulta que Nick Foles le sustituyó y ya en ese mismo partido, en el cuarto periodo, tuvo que ser el pasador de un equipo que iba por detrás en el marcador.

Ganaron.

Como han ganado durante casi todo el año. Hay un antes y un después de esa Jornada 14, por supuesto, Con Carson Wentz, los Eagles habían ganado 11 partidos y perdido dos, antes los Kansas City Chiefs y los Seattle Seahawks. Es curioso lo de los Chiefs, que en las dos primeras semanas del curso ganaron a los que han acabado jugándose el anillo.

En los últimos tres partidos de la temporada, ya con Nick Foles, perdieron uno, contra los Dallas Cowboys, y fueron francamente mediocres en ataque ante los Oakland Raiders. Los miedos estaban ahí.

Pero también estaba ahí una defensa imponente, liderada por un Jim Schwartz, el coordinador defensivo, que ha estado soberbio, un juego de carrera potente, un esquema mezcla de dos sistemas diseñados para sacar lo mejor de cualquier quarterback y un entrenador, Doug Pederson, que ha acabado por consagrarse en la élite durante este mes de enero.

Porque los playoffs de los Philadelphia Eagles han sido memorables. Convertidos en Cenicienta de todos sus partidos, a pesar de tener el mejor récord de la NFC, y el mismo 13-3 que sus rivales de la Super Bowl LII, han hecho de la condición de "underdogs" todo un acontecimiento, con la proliferación de máscaras de perro y la unión en torno a la idea de ser un equipo por encima de cualquier individuo. De cualquiera.

A los Atlanta Falcons les jugaron con el freno de mano a punto en cualquier jugada y les dinamitaron desde la defensa. A los Minnesota Vikings les ofrecieron un juego de ataque inesperado, agresivo, más arriesgado, y les sacaron de la final de conferencia ya desde la pizarra, antes de la ejecución maravillosa de Nick Foles.

Nadie contaba con ellos en pretemporada, nadie contaba con ellos tras lesionarse Carson Wentz, nadie contaba con ellos en playoffs, nadie cuenta con ellos para ganar la Super Bowl LII.

¿No?