Griezmann lideró goleada de Atlético al Celta de Hernández
Partidazo del francés, que liquidó al club gallego con un golazo y una asistencia de lujo a Vitolo, que hizo el 2-0. Correa sentenció. El Atleti no pierde la fe.
Para Griezmann, la felicidad es un estado que le sale de la bota con forma de gol, directo a la red. El de ayer fue una maravilla, otra. Le inspira el Celta. Moría la primera parte cuando el partido mejor estaba. Más abierto, con ocasiones para Atleti, con ocasiones para el Celta. Entonces, su bota. Le llovió el balón encima después de que Giménez saltara a rematar un córner, quizá en falta sobre el Tucu Hernández. Esquinado, a dos palmos y medio de la portería y de Rubén, controló, recortó a Jonny y tuvo tiempo hasta de pensar dónde quería enviarlo. A la escuadra. Lo dicho, un escándalo.
La tarde iba de maravillas porque, cuando comenzaba el partido, su compañero de ataque, Diego Costa, ya había dejado otra. De espaldas, encajonado por dos rivales, logró sacar el balón de tacón, sin darse la vuelta, con Lopetequi en el palco. Éste lo agarró Vrsaljko para convertirlo en otro de sus pases de gol, pero Griezmann que se lanzó a rematar el balón no llegó por un poco.
El Atleti había salido con brío y dominador. Pero como ninguno de sus intentos terminaba en la red de Rubén, le fue dejando al Celta el balón. Un Celta que resistió esos primeros minutos y que se iba presentando al Metropolitano. A su hierba, a su acústica, a su cielo medio techado. Pero era dominio estéril. Oblak, que estaba, podía no estarlo. En ninguna foto salía. Quizá era la hora, la lluvia que iba y venia, pero el juego tuvo un rato de siesta, horizontal, sin necesidad de porterías, hasta que volvió a aparecer Costa, para devolverle pulsaciones y encabezar otro arreón del Atleti. Corriendo, cuerpeando con Sergi Gómez. Un animal suelto y con hambre. Vitolo, libre, percutía por la izquierda, por el centro, tratando de cambiarle el paso al partido ante un Celta que al fin se presentó ante Oblak.
Fue a balón parado. Fue jugada ensayada, su primera vez ante Oblak, que sí, que estaba, esa era la foto, minuto 30. Primero falló Roncaglia, pero de ese error nació su gran ocasión: el balón le cayó a Sergi Gómez, que disparó a matar a tres metros de Oblak. Pero falló. Pero ahí apareció un pie para enviar al córner. Era de Godín. Un Faraón al rescate que, en la jugada siguiente, casi le regala un gol al Celta. Se confió en la salida de balón y se la robó Maxi Gómez, cedió a Aspas, que envió fuera. Perdonó y al rato siguiente se lo hizo pagar Griezmann, cuando se sacó la maravilla de la bota.
Vitolo, lesiones, otra vez Griezmann
Regresó el partido de la caseta más batalla, con más golpes y tarascadas, con pisotones, con mayor intensidad. Y dos fotos de Oblak seguidas. Una, mientras usaba la pierna de Giménez para sacar de puerta. Otra, en una ocasión del Celta que terminó en un balón a la madera de Radoja. Perdonó el Celta, mató el Atleti en la jugada siguiente. Griezmann mediante, claro, con un pase buscando la espalda de la defensa del Celta del que colgar muchos adjetivos, brutal, espectacular, marca Griezmann. Buscaba a Vitolo que se desmarcó y definió perfecto, picando el balón por encima del portero como si fuera sencillo. Golazo, chut de confianza.
La goleada la cerró Correa nada más pisar el campo por Vitolo, tres minutos después de su gol. Seis antes de que el Metropolitano, se pusiera en pie para despedir a uno de los suyos. A Griezmann, 'su' francés de la bota feliz.
(Al partido le quedarían aún treinta minutos pero, salvo la lesión de Aspas, una buena mano de Oblak a Maxi Gómez y un susto, que Costa se fue al vestuario cojeando y sin la bota, por aquel pisotón de Sergi Gómez, el francés lo había terminado ya. Sigue creyendo en LaLiga, a pesar del Camp Nou).