ADN RadioConcierto Radio
NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

Marcelo Ríos lanzando la raqueta a la tribuna atiborrada como nunca antes (y nunca después) de chilenos del Crandon Park Tennis Center de Key Biscayne, las manos al cielo, el saludo con su derrotado, el legendario Andre Agassi, y el paseo con la bandera es una postal que tiene garantizado un sitial indeleble entre los grandes hitos del deporte chileno. Que no son muchos, por lo demás. Ahí mismo podrían estar González y Massú en Atenas 2004; el tercer lugar en la Copa del Mundo de 1962, y un par más.

Ríos logró que Chile diera un salto de calidad en sus apariciones en los informativos planetarios de mediados de los 90. En los noticieros de otras latitudes, las notas sobre Pinochet y las peculiaridades del regreso a la democracia dieron paso a los logros de un tenista particular e irreverente, de un talento pocas veces visto y que nunca, jamás, pasó inadvertido. Este John McEnroe versión noventera más encima era chileno, para darle un toque más exótico aún.

Murphy Jensen, ex tenista y rostro de Tennis Channel, alguna vez dijo que "Ríos es el Guns N' Roses del tenis". Un dato no menor: todos los partidos que Ríos disputó en Chile fueron a estadio lleno. Absolutamente TODOS. Algo que ni Rafael Nadal pudo conseguir cuando anduvo por estos lados.

Ríos era un bicho raro del circuito. Más bajo que el promedio y con un físico que a simple vista no era el de un tenista profesional, se abrió paso y derribó gigantes gracias a su prodigiosa muñeca y a un talento que le permitía jugar metido dentro de la cancha, casi encima de la línea de base y "leer" a sus adversarios un par de segundos antes.

Aunque sus apariciones después del retiro han transportado su imagen al nivel de un George Best o un René Orlando Houseman -usando un estereotipo más cercano-, Ríos era un perfeccionista que siempre estaba buscando mejorar y trabajaba duro para sobrellevar el handicap físico.

La irreverencia de Ríos hizo que no se achicara ante nadie. Quizás ni tuvo conciencia de lo que lograba en esos momentos, así como tampoco de los enemigos que iba sumando con sus palabras. Esas mismas lo llevaron a tener aura de rockstar y contar con seguidores incondicionales en Chile y en el resto del mundo.

Aparte de conseguir que los chilenos se volcaran a la Plaza Italia por una razón diferente a un triunfo del fútbol y a la elección de una Miss Universo, Marcelo Ríos fue el inspirador de una generación completa de deportistas sudamericanos. La camada más gloriosa del tenis argentino tuvo a Ríos como espejo y no al gran Guillermo Vilas, simplemente porque no lo vieron jugar. Y en esos tiempos no había Youtube.

A Ríos muchas veces se le juzga con dureza. Desde la perspectiva de "las muchas más cosas que pudo lograr", cuando lo que obtuvo es más que glorioso. Hasta ese momento, ni España, Francia, Italia, Inglaterra, Canadá, Rusia, Brasil y Argentina, por citar solo a unos pocos, habían tenido un tenista en el número uno del mundo.

El mismo gusto amargo que hoy sienten los futboleros porque la selección chilena no estará en el Mundial de Rusia es el que vivieron los hinchas del tenis, hace 20 años, porque Ríos no había ganado un título en un torneo del Grand Slam. Tenía las armas y se lo merecía.

Marcelo Ríos cambió el deporte y una parte de la idiosincrasia de los chilenos hace 20 años. Ojalá la historia lo recuerde solo por eso. Por las cosas buenas que hizo dentro de la cancha.