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Hernández

¿El No. 1 o las medallas?

¿El No. 1 o las medallas?

El diálogo es de agosto de 2004 con Marcelo Ríos en el gimnasio CIENS de Las Condes. El Chino inició la conversación:
-¿Viste lo de Massú en Atenas?
-Claro, fue increíble
-Parecía que estaba raja en la final, pero lo levantó bien
-Pensé que no le daban las piernas
-Muy bien Vampiro. Ahora, tu cachai que en mundo del tenis, los Juegos Olímpicos son un torneo más...

Efectivamente en aquellos tiempos, y tal como lo expresó el Chino en esa breve conversación, los Juegos Olímpicos eran vistos en el ambiente tenístico como un torneo significativo, pero inferior a los Grand Slam y la Copa Davis. El cuadro de Atenas, en particular, repartió 400 puntos para el ranking ATP, 100 unidades menos que los actuales Masters 1000. Un campeonato, además, sin premio en dinero y cuyo gran incentivo era representar al país en el máximo evento deportivo mundial. Tal como escribió Jaime Fillol hace pocos días en una columna en La Tercera, las medallas olímpicas no están a la misma altura, pero para Chile tienen otra connotación. Ahí vale la pena detenerse.

De seguro, Ríos no quiso menospreciar el logro de su amigo, pero la reflexión de Fillol es certera y requiere ser argumentada en un sentido más amplio porque efectivamente para el país y, sobre todo, para sus deportistas el doble oro olímpico de Massú tiene un valor único, relevante, que lo sitúa en una categoría similar a la conquista del número uno del mundo. El ejercicio es básico, combina historia y matemática simple: en 121 años de olimpismo Chile tiene dos medallas de oro. ¿Concluyente, no? No extraña entonces que en la encuesta del diario El Mercurio respecto del mayor hito en cualquier disciplina los deportistas chilenos hayan votado mayoritariamente por Massú. Es que el circuito ATP ofrece grandes retos durante la temporada, pero los juegos olímpicos son cada cuatro años y constituyen la máxima referencia para casi todos los deportes. Un deportista de elite dispone de dos o máximo tres oportunidades para destacar ahí.

Abundan ejemplos para graficar el real alcance de la hazaña de Massú en Atenas (donde además es de justicia incluir a Fernando González, más con su posterior medalla de plata en Beijing compartiendo el podio con Nadal y Djokovic). Un par de postales: Roger Federer emocionado hasta las lágrimas cuando ganó el dobles junto a Wawrinka en China y Gastón Gaudio diciéndole, con motivo de una exhibición en Santiago, que le cambiaba el título de Roland Garros por la presea dorada. Queda claro que ganar una medalla de oro olímpica es bastante más trascendente que adjudicarse un torneo de 400 puntos (que hoy, por lo demás, ya no se otorgan). ¿Podrá Federer en Tokio 2020 emular a Massú con casi 39 años?

Siendo la conquista de Ríos el mayor hito del deporte chileno del siglo 20 y concediendo que comparativamente tiene un grado de dificultad mayor por cuanto fue el resultado de una campaña de un año completo y, en particular, de un trimestre donde el zurdo fue prácticamente imbatible, la actuación de Massú representa muchísima mayor complejidad de la que cierta gente le asigna. La mejor demostración es que nadie en la historia del tenis moderno ha podido igualarlo. Ni Federer, Nadal, Sampras u otro. Solo el mallorquín se colgó medallas de oro en singles y dobles pero las obtuvo en distintos períodos. La evidencia es tan consistente que sustenta la tesis de que el número uno de Ríos y las medallas de Massú y González están en la misma categoría.

El Chino fue el primer iberoamericano en llegar al tope de la clasificación. Más allá de su ironía con Vilas (“no lo conozco, solo sé que fue dos y yo uno del mundo”) en términos objetivos consiguió lo que nunca antes un tenista de la región o de habla hispana había logrado. Lideró a una generación de jóvenes sudamericanos que inspirados en su ejemplo alcanzaron grandes cosas como Kuerten, la armada argentina –que llegó a tener dos top 3 como Coria y Nalbandian y un campeón del abierto de Francia como Gaudio– y los propios Massú y González. Marcó una época. La historia en función de los majors, como dice Fillol, lo sitúa por debajo de Vilas y Guga pero da lo mismo porque hizo una notable carrera. Juan Martin del Potro, a los 29 años, acaba de ganar en Indian Wells su primer Masters 1000. Ríos obtuvo cinco y a la edad del tandilense ya estaba retirado.

Con el paso del tiempo e independiente de que pudo haber alargado su extraordinaria carrera con mejores decisiones técnicas respecto de calendarios muy sobrecargados entre 1997 y 1999 lo verdaderamente lamentable es que Ríos no haya administrado mejor su condición de ídolo. Un jugador de su jerarquía, que rompió décadas de frustraciones y subió el ánimo y la autoestima de la sociedad chilena, una vez retirado debió manejar de otra forma sus apariciones públicas y relacionamiento con la gente. El Chino era un espejo para los deportistas jóvenes. Pero nunca lo entendió… o quizá no le importó. Massú y González, en cambio, siguieron otra línea, mantuvieron un perfil bajo, siguieron vinculados al tenis tanto en el alto rendimiento con en lo social, muchas veces sin retribución o simplemente por el sentido de la responsabilidad. Ambos hace mucho tiempo terminaron de graduarse de ídolos en toda su dimensión.