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Esteban Valencia es un símbolo de la U. César Henríquez un técnico joven con un interesante potencial. Pero el interinato de ambos, más allá del pragmatismo que imperó en la designación, no es lo que necesita Universidad de Chile en este complejo momento. Una cosa es el consenso que despertó la salida de Angel Guillermo Hoyos y otra que la solución esté a la altura.

Nada contra Valencia y Henríquez. Están haciendo su camino y asumieron el desafío. El punto es que la U, bajo el actual escenario, no puede permitirse una transición demasiado larga ya que compromete su opción aún vigente en la Copa Libertadores y requiere una mejora significativa en el torneo local. La situación no admite medias tintas. El técnico definitivo debe elegirse ya.

Hoyos se fue de la U agradecido, repartiendo besos y abrazos, pero de fútbol y sistemas tácticos no habló nunca. En diciembre de 2016 llegó a hacerse cargo de un club en llamas y cumplió con creces, condujo al equipo al título y se ganó el cariño del plantel y dirigentes. El problema, sin embargo, fue que el directorio de Azul Azul, comprometido emocionalmente con un profesional supuestamente entrañable, no calibró su real aporte técnico y se apresuró en extenderle el contrato hasta fines de 2019. El mismo contrato que hoy cuesta cientos de millones de pesos rescindir y de los cuales Hoyos pareciera no estar dispuesto a resignar ni un centavo. ¿El amor era de la boca hacia afuera? ¿O negocios son negocios?

Si bien la tormenta perfecta se declaró a partir de la derrota frente a Colo Colo y las posteriores goleadas ante La Calera y Cruzeiro, conviene recordar que, salvo en el partido contra Racing en Santiago, la U venía ganando sin convencer y tras una mejora en la que los futbolistas intervinieron directamente para modificar el sistema de juego. En febrero el equipo pasó a jugar con línea de tres a pedido del plantel y no porque Hoyos detectara aquel déficit y aplicase un plan B. El entrenador argentino era tan afectuoso y preocupado por las formas como rígido en sus posturas tácticas. Esto último, incomprensible para un técnico con paso por la Masía. En ese contexto, el fútbol de los azules se sostenía más en la jerarquía de sus jugadores que en los lineamientos provenientes del cuerpo técnico. Así el salvataje que propició el plantel se hizo insostenible en el tiempo.

Si Hoyos realmente hubiera sido un técnico estable en sus emociones e irreprochable en sus relaciones interpersonales como aparentaba no solo hubiera cultivado un buen clima con sus jugadores sino con otros actores relevantes dentro de la estructura de la U como Ronald Fuentes y Miguel Ponce. El técnico alineó a la mayoría de sus futbolistas, es cierto, pero cayó en un delirio de persecución con dos funcionarios clave con quienes debía trabajar codo a codo. Resulta inentendible aquella desconfianza. ¿O acaso Hoyos puede desmentir que sacó a Ponce con un guardia porque estaba viendo una práctica donde entrenaban juveniles a su cargo? A comienzos de año, el técnico argentino subió a seis cadetes al primer equipo y no le consultó la opinión al jefe del área formativa. Si todo hubiera sido medianamente normal, ante la suspensión de Hoyos –provocada por su apego a las cábalas –, Ponce tendría que haber dirigido de emergencia en Belo Horizonte.

Definitivamente hay técnicos que creen que dirigir un equipo profesional es estar en la sede de la Nasa en Washington y se sumergen en teorías conspirativas creyendo que sus colaboradores en cualquier momento lo pueden traicionar. ¿Qué les pasa? En Colo Colo, Pablo Guede trajo al español Manuel Crespo, le brindó toda su confianza, lo puso a cargo de la Sub 19 donde fue campeón y luego lo cortó. Un celo tan desproporcionado como sin justificación.

Universidad de Chile requiere a la brevedad un técnico probado. Un entrenador que haga equipo con Fuentes y Ponce, dos jefes de área de lujo. En la baraja que ha trascendido, Berizzo, Almada, Dudamel y Holan figuran como las mejores alternativas. Es hora de que al CDA llegue un adiestrador en serio, solvente, que confíe en la estructura, hable de fútbol y no vea fantasmas donde no los hay. Lamentablemente, a Hoyos después del título de 2017 la U le quedó grande.