Vera
No importaba el cómo
Colo Colo cargaba con el peso de 11 años de fracasos en la Libertadores, muchos de ellos traumáticos. Cómo olvidar los golazos agónicos de Cleiton Xabier para Palmeiras en 2009, el de Jonathan Fabbro de Cerro Porteño en 2011 o más recientemente el de Rafael Carioca en 2015 para el Atlético Mineiro. Jugar con eso no es fácil, y menos tras un inicio paupérrimo en esta edición. Sin embargo, Colo Colo logró el objetivo. Era un 'grupo fácil', decían, pero dadas las circunstancias y el cómo transcurrieron los partidos, ese no es un argumento válido para restarle mérito al logro.
El cuadro de Tapia llegaba al último partido ante el mejor equipo del grupo, como visita y sacó adelante la misión. ¿Jugó bien? No. O al menos no para los que defienden el romanticismo del fútbol bonito y elegante. Colo Colo salió a defenderse, a buscar un objetivo claro. Y lo hizo bien. Estuvo concentrado, no pasó mayores sustos y logró lo que se propuso.
Si le damos mérito a aquel DT que planifica un partido para presionar y ganar y lo logra, ¿por qué no puede ser destacable un planteo con énfasis en lo defensivo que consigue que no le anoten?. "No es bonito" o "el fútbol no se trata de eso", dirán los defensores de aquella tan subjetiva expresión de 'jugar bien'.
A Héctor Tapia poco le importó todo eso y no tuvo reparos en hacer ingresar a un segundo lateral derecho como Felipe Campos cuando Atlético Nacional quiso atacar por el lado de Gonzalo Fierro. Menos en poner a un volante defensivo como Gabriel Suazo en reemplazo de Nicolás Maturana. Y la apuesta resultó. Eso no se puede pasar por alto.
Los más pretenciosos e ilusos dirán el verso de que 'Colo Colo es un grande de América', 'que no puede jugar así', 'que debe salir a ganar en todas las canchas'. Error. Hoy por hoy, los albos son un equipo de segundo orden a nivel continental, ya no son un elenco con 'impronta copera'. Dejaron de serlo hace mucho rato y jugar de chico a grande no puede ser un pecado. Más bien, debe ser la fórmula.