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El legado de Ricardo Acuña

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Hace algunos días en su cuenta de Facebook, Brian Gottfried, ex número 3 del mundo, ganador de 25 campeonatos, finalista de Roland Garros y semifinalista de Wimbledon, escribió unas sentidas palabras sobre Ricardo Acuña tras aprovechar un viaje a Florida y visitarlo en su residencia, preocupado por el mal de Alzheimer que lo afecta. El entrenador estadounidense, que como doblista ganó dos veces el Abierto de Francia, lo conoció de cerca, primero como jugador, luego por su trabajo en la ATP y por su gran labor formativa en la USTA (Asociación de Tenis de Estados Unidos).

El conmovedor posteo de Gottfried, que recuerda la carrera de Acuña -cita sus cuartos de final de Wimbledon 1985 y el lugar 47 que alcanzó en el ranking ATP- hace mención a sus hijos deportistas y su trabajo con jóvenes tenistas norteamericanos. Y describe también con brutal honestidad los alcances de la enfermedad. El relato entristece, pega duro, pero rescata el valor de tenerlo aún entre nosotros: “Sus ojos están llenos de vida y se ve tan bien como siempre. Aunque ya no puede jugar, ve religiosamente Tennis Channel quizás planeando cómo entrenar a sus pupilos contra los jugadores del tenis moderno”. Demoledor.

Como hincha vi jugar muchas veces a Acuña en Copa Davis y luego, ya como reportero, coincidimos una decena de veces en el Abierto de Miami y en el US Open. Sus largos años en el país del norte moldearon su acento, era un gringo más, pero nunca dejó de acordarse de Chile, donde le hubiese encantado volver algún día. “No me han llamado y tampoco están las condiciones”, decía con nostalgia y una deferencia a toda prueba.

El texto de Gottfried, que recordó a Acuña como uno de los cinco jugadores que fueron capaces de alcanzar los cuartos de final de un major viniendo desde la clasificación, nos hizo retroceder más de 30 años, en una época aún limitada tecnológicamente. El partido de cuartos contra Jimmy Connors en Wimbledon lo vi en el colegio, en un televisor blanco y negro de 14 pulgadas. Pese a la derrota, el paso de Acuña por la Catedral y sus voladas en el pasto sagrado son imágenes imborrables para quienes estamos cerca de los 50 y nos apasiona el tenis. Es parte de su legado.

Con Acuña teníamos amigos en común, como José Miguel Ayala, su compañero de dobles en juveniles. En el Club Santiago, donde Josy Ayala me entrenó hasta los 18 años, ambos figuran en un retrato que tiene más de 40 años y da cuenta de la final del torneo Primavera. Atesoro la foto que nos sacamos los tres en la entrada de Flushing Meadows hace una década. Acuña, hablaba de Chile con sentimiento, pero sabía que su vida estaba en Estados Unidos. Cuando trascendió lo de su enfermedad, las grandes audiencias no se enteraron, pero la gente del tenis lo lamentó profundamente. Es un buen tipo y todos lo sabemos. Ser buena gente también forma parte de la herencia de un deportista.

Alejandro Piérola, al igual que Acuña, es uno de los 13 tenistas chilenos que lograron superar la barrera de los 100 primeros del mundo. Fue 82° del mundo en el ranking ATP de 1979. Hoy, con 68 años, no tiene jubilación, está empobrecido y ha padecido distintos problemas de salud. Afortunadamente, sus vecinos de Renca dicen que nunca dejó de luchar y está saliendo poco a poco de sus afecciones. Hace pocas semanas, gente del tenis organizó un torneo para reunir fondos y ayudarlo, pero se hace necesario un apoyo más consistente. De paso, un debate respecto del tema previsional de los deportistas cuya la inmensa mayoría no dispone de un contrato formal de trabajo. Probablemente en su caso hayamos llegado tarde, pero a futuro sería conveniente establecer algún modelo razonable, por muy marginal que sea la muestra.

Carlos Durán, conocido en el mundo del fútbol como Mister Pipa, está agrupando silenciosamente a ex jugadores de los años 70, 80 y 90 cuyos clubes jamás cotizaron previsionalmente dando origen a la deuda histórica del futbol chileno. Hoy las sociedades anónimas deportivas, obligadas por su contrato de concesión, están sirviendo esas deudas. Es decir, las AFPs están recaudando aquellos dineros, pero nadie sabe si la plata va a llegar a los bolsillos de los futbolistas. Algunos, los más antiguos, tienen enormes lagunas previsionales y reciben, con suerte, la jubilación mínima. Durán, probablemente no será recordado por sus resultados deportivos en Colo Colo, pero su legado tendrá mucho que ver con esta noble causa.

Cuando Marcelo Ríos se enfrasca en disputas subidas de tono, recibe artillería de grueso calibre y trapea de vuelta con sus detractores en las redes sociales, uno en verdad se pregunta cuál es el beneficio. Hace poco mostró su mejor cara al compartir su experiencia con el bullying escolar que padeció una de sus hijas, pero tiene un largo historial de controversias que no se condicen con el enorme jugador que fue y lo que mucho que representa para el tenis latinoamericano. El Chino debiera ser un ídolo máximo, pero su imagen divide. Es una lástima porque su herencia, quiérase o no, está salpicada por sus actos y formas. Algo muy distinto a lo que ocurre con Nicolás Massú y Fernando González, cuyos índices de rechazo son iguales a cero.