La revancha de Marcelo Díaz
Si las cosas siguen el curso dictado por Reinaldo Rueda, en orden a renovar la Roja por la presencia de nuevos hombres y la de históricos que aún puedan llevar el peso hasta el Mundial de Qatar, el ciclo de Marcelo Díaz en la Selección pudo haber terminado. A veces, la dureza del fútbol golpea y el volante, con hartas batallas en el cuerpo, debe tener claro el asunto.
Sería una lástima. No era la forma ideal. Su adiós quedó signado por la derrota en la final de la Copa Confederaciones ante Alemania y la mano en un penal contra Bolivia, en La Paz, caída que empezó a sellar la eliminación de Chile para Rusia 2018.
Díaz se la sufrió toda después, porque tras esos negativos episodios no volvió a ser convocado a la Roja. Hoy, el mediocampista nacional está en otra. Empieza a mostrar sus dotes futbolísticas en Racing de Avellaneda, en la difícil Superliga de Argentina. Hasta ahora solo ha recibido elogios.
En un fútbol ultra veloz, más de lucha que de toque, con presión en todos los sectores de la cancha y donde solo algunos ponen cerebro para ubicar el balón en el piso y comenzar a jugar, lo que hace el chileno no pasa inadvertido. Llama la atención la precisión de su accionar en los pases y, desde el punto de vista táctico, la claridad para el inicio del juego desde el fondo.
No ha cambiado el ex volante de Universidad de Chile y la organización de juego de Racing reafirma sus conceptos futbolísticos de base. En el rol de mediocampista central tiene como tareas y funciones meterse entre los dos centrales para armar el fútbol. También debe moverse por detrás de la primera línea de presión rival para recibir la pelota y darle toque al equipo. Ambas faenas las cumple cabalmente, lo que es el piso para otras obligaciones.
Cuando los albicelestes son atacados, el chileno actúa como importante elemento de contención, por delante de los centrales y el arquero, para demorar los avances y facilitar la reorganización defensiva. En el mano a mano no arriesga, acciona con cautela, procurando no perder la posición y hasta el último instante conservar su lugar entre el arco y quien ataca. Resumiendo, aporta equilibrio en el cuadro dirigido por Eduardo Coudet.
La bandera de lucha del entrenador argentino es la intensidad. Rosario Central y Xolos de Tijuana, sus anteriores equipos, procuraban ser dinámicos, exhibir un ida y vuelta permanente, agresividad en la recuperación del balón y ataques rápidos y profundos. Premisas tácticas concordantes, según las adecuaciones de esta época, con la mejor U de Jorge Sampaoli, cuyo eje de juego fue precisamente Díaz.
Después, en la Roja, el ex DT azul, tras un comienzo en la misma onda, avanzó hacia una forma de juego más pausada, de mayor precisión en las combinaciones, sin tanto énfasis en la intensidad ni el ritmo de las acciones, imponiéndose por manejo y dominio del balón. Tal vez, Coudet busca eso también.
Si así fuera, Díaz está pintado para liderar la transformación. Con Sampaoli en la Selección, en el título de la Copa América de 2015, el ex volante azul apuntaló toda la estructura del equipo. Su ubicación en la cancha (más adelante o atrás para definir si procedía atacar o defender) y su juego largo o corto con el balón a objeto de optar por avances directos o elaborados digitaban a la Roja.
Quizás ahora, en Racing de Avellaneda, en lo que se vislumbra como una revancha a partir de lo sucedido en el pasado reciente, pueda suceder lo mismo. El volante chileno da muestras de que se encuentra listo para el desafío.