Realismo mágico en Madrid
El Santiago Bernabéu vivió una experiencia única e irrepetible. Sus gradas habitualmente reciben a fanáticos cuya máxima expresión de júbilo es levantarse a aplaudir, pero este domingo albergó barras sudamericanas, ruidosas y apasionadas, algo que por este lado del mundo es una rareza, una novedad y también un show imperdible.
Los banderazos previos en los sectores de Sol y Colón, en Madrid, eran seguidos por los españoles, smartphone en mano y filmándolo todo, como algo novedoso, pero también inentendible. ¿Cómo se les explica que varios de los forofos que allí gritaban enardecidos habían renunciado al trabajo y empeñado, por ejemplo, el automóvil para cruzar el mundo y estar allí?
Para los argentinos presentes también era una rareza. Estar en el Bernabéu ya lo era, pero además pudieron ver a las barras de River Plate y Boca Juniors juntas y luchando -con buenas armas- por ver quién alienta más en un partido por los puntos. Hace varios años que no ocurría por la prohibición de las hinchadas visitantes que existe a orillas del Río de la Plata.
La experiencia fue mágica, aunque sea una pena tener que describirla con este adjetivo. Ambos bandos convivieron en la más absoluta normalidad. Los servicios de emergencia de Madrid reportaron seis lesionados la noche del domingo: dos hinchas de River, dos de Boca y dos policías, todos con heridas leves, por caídas tras tropiezos en las aceras contiguas al estadio. La experiencia fue un éxito.
La fórmula no es nueva y se aplica en muchos negocios: Sudamérica pone la materia prima y el talento; Europa los recursos y la infraestructura. La final de la Libertadores, que llegó a ser una pesadilla, se pudo jugar. Y, como muchas de las historias del otro lado del charco, tuvo magia y mística. Aunque fuese a 10 mil kilómetros de casa.