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Deportistas con opinión

La disputa por el premio al mejor deportista del año de la Gala Olímpica, que en años anteriores generalmente se conocía desde mucho antes de diciembre por un resultado relevante de uno o, como máximo, dos deportistas, en esta versión tuvo tres nombres que llegaron a pelear el trono con actuaciones destacadas en el concierto mundial.

Arley Méndez ganó un título mundial en levantamiento de pesas y es candidato al oro olímpico el próximo año en Tokio. A Joaquín Niemann le bastaron siete meses para obtener lo que nunca en la vida un golfista chileno logró: tarjeta en el mutimillonario PGA Tour. Y Nicolás Jarry trepó al 39 del mundo en el ATP Tour para traer de vuelta esos lindos tiempos en que Ríos, González y Massú convocaban a los chilenos en torno a la pantalla para ver tenis y colocar nuevamente la bandera chilena en lo alto del circuito de la raqueta.

Cualquiera de los tres que ganara el premio lo merecía de sobra. Lo mejor de todo es que a los tres les queda bastante cuerda para llevarse el premio más adelante. O, en el caso de Méndez, repetírselo.

Pero más allá del logro, el palmarés, los resultados y los números, hay otro hecho destacable: que Arley Méndez, cubano de nacimiento y chileno de corazón, criticara la salida de Chile del Pacto Mundial de Migración de la ONU.

Importa poco si quien suscribe esta columna está a favor o en contra de una decisión gubernamental. Lo relevante es que Méndez habla, argumenta, expone y aporta a la discusión política del país. Evidencia un salto cultural cualitativo que un deportista opine y deje atrás los oscuros tiempos en que a los atletas les decían que estaba prohibido hablar de religión y política. Un fresco aire que soplaba desde que Jean Beausejour Coliqueo habló del conflicto mapuche hace un par de semanas en Temuco.

Méndez es inmigrante y, tal como él lo dice, viene a aportarle a Chile. "Hago todo lo que hacen los chilenos: voy al mall, voy a la feria. Y las medallas que gano también son para Chile", dice. Méndez tiene derecho a hablar, como cualquiera de nosotros, más allá de ser un migrante. Y qué bueno que lo hace. Da una señal y marca un camino.