Hernández
Chile ya no juega como Chile
A pocas horas del último partido en serio antes de la Copa América de Brasil la Roja sigue inmersa en un mar de dudas. El crédito de Reinado Rueda entre quienes creíamos en el proceso está con un saldo mínimo luego de la colisión frontal con los resultados y una búsqueda de soluciones que confunde e inquieta en lugar de dar certezas.
Pese a la dura crítica que acompañó al técnico colombiano desde que asumió, relativizando su exitoso palmarés como especialista en Clasificatorias y, sobre todo, a nivel de clubes en los últimos años, Rueda hizo la pega. Y con mirada de largo plazo, se enfocó en la renovación del plantel, pensando en el camino a Qatar 2022, el objetivo final para el que fue contratado. En eso, hasta mediados de 2018, es poco lo que se le puede reprochar. Triple R convocó y probó decenas de jugadores según su más firme convicción.
El problema, mayúsculo a esta altura, son los escasos frutos de ese trabajo. Los aspectos positivos de aquella profunda exploración. La durísima derrota ante Perú en octubre pasado dejó una cicatriz evidente en el proceso y tanto la formación como el sistema de juego que la Roja empleó frente a México en San Diego demostraron que la renovación acabó siendo menor. Salvo Maripán, quién se ganó meritoriamente una camiseta e Iván Morales, de discutible inclusión en el once estelar, el resto de los titulares fueron los mismos de siempre. O casi.
¿Y el cambio táctico?, ¿la prescindencia de dos puntas bien abiertos? Una señal concluyente de que la mayoría de los ensayos no fueron satisfactorios. Y lo que es peor, de que la identidad de la Roja, aquel distintivo que enorgullecía, sigue diluida en lo más profundo del proceso. Es triste admitirlo, pero Chile ya no juega como Chile.
Si Rueda llegó a la creencia de que debe echar mano a los históricos e ir llevando de a poco a los relevos, está perfecto. De hecho, es lo que el medio reclama. Pero sería bueno sincerar de una vez por todas, en el discurso y la acción, qué pasa con aquellos que quedaron a la deriva como Bravo, Díaz y Vargas. Medel, entrevistado por FOX, se refirió al arquero del Manchester City como nuestro capitán y dijo que era bienvenido. Al mismo tiempo, desmintió tener poder de veto respecto del volante de Racing. Un paso adelante respecto del entrenador que no quiso responder sobre Ca’re Pato. En rigor, nunca lo ha hecho, salvo algunas generalidades.
Con todo, pensar, como algunos, que Díaz es la solución a los problemas de Chile es, a lo menos, reduccionista. Una cosa es que tenga nivel para ser llamado y otra, desproporcionada, ungirlo como salvador. El asunto es más amplio. Y cada detalle cuenta. La Roja no tiene gol, requiere ampliar con urgencia la base histórica de 14 o 15 jugadores y no lo está consiguiendo. De cara a la Copa América, el tiempo se agota y, por ejemplo, uno no se explica cómo pudo ser más importante hacer un gesto a Universidad Católica y Palestino, finalistas de la Supercopa, que convocar a Puch y Fuenzalida. No serán parte del cambio generacional que requiere el plantel, pero ambos daban el tono para ser convocados. ¿Por qué dejar pasar esta oportunidad si es la última FIFA antes del debut en Brasil? No se entiende.
Así como están las cosas, efectivamente nadie sobra. Todos los históricos, con un pasar futbolístico razonable, medio alto, o en los que Rueda confíe debieran entrar en la nómina definitiva. Si se perdió tiempo valioso en la búsqueda, ya está. La carrera es larga y varios que no despuntaron podrán hacerlo más adelante. Acá lo que cabe es que Chile honre su pasado reciente, el plantel se reúna, salde los eventuales temas pendientes y vaya a competir a la Copa América.
En defensa de Rueda, a quien hoy cuestionarlo sale gratis, hay que admitir que ha debido administrar a jugadores que no terminaron de explotar y otros que están notoriamente más bajos respecto de sí mismos. Cuando el escenario ya no es Europa sino Turquía, México o Argentina es porque el tiempo no pasa en vano.
El último partido de la fase de grupos en la Copa América será ante Uruguay, el 26 de junio en el Estadio Maracaná. El mismo escenario donde en 2014 Chile derribó a España, campeón del mundo vigente, y dejó en evidencia que el notable ciclo de esa selección hispana estaba terminado. Para que a la Roja no le vaya a suceder lo mismo, en sentido inverso, necesita olvidar las rencillas, recuperar el fuego interno, la mística y el hambre de revancha por no haber clasificado a Rusia, pero muy especialmente que Rueda esté lúcido y dote al equipo del funcionamiento colectivo que hoy desconcierta y nos hace preguntarnos a qué diablos juega Chile.