El carro de la victoria
El tren partió con pocos pasajeros y un carro pequeño. Con un grupo de optimistas, entendidos o soñadores que vieron en Christian Garín un junior de grandes proyecciones. Un tenista joven capaz de codearse con los mejores de su generación e ir quemando etapas progresivamente más allá de los obstáculos que suponía la compleja transición desde el circuito juvenil hacia el profesionalismo.
Suba nomás, con confianza.
No fue fácil. De hecho, pocos repararon que ganó en Roland Garros con un año menos que Fernando González o Marcelo Ríos en el US Open. Cientos de juniors de todo el mundo, que han dedicado toda su vida a pegarle a la pelotita verde, ni siquiera pueden entrar a la clasificación del Abierto de Francia. Garín lo ganó y anticipó que haría lo imposible por alcanzar sus objetivos.
Suba, en serio, no hay problema.
La falta de referentes tras el retiro de Massú y González llevó a Garín a tomar la bandera del recambio. Más bien, se le asignó por decreto popular. Una imposición inconsulta para la que un joven de su edad no estaba preparado. Bastó que perdiera algunos partidos de Copa Davis para que los cuestionamientos arreciaran. Fueron críticas de una ignorancia extrema. Muy pocos repararon en que se trataba de un junior en pleno proceso de desarrollo.
Pase, al fondo hay espacio.
Cuando en 2018 Nicolás Jarry alcanzó las semifinales del ATP 500 de Río de Janeiro dijo haberse beneficiado de crecer a la sombra de Garín. Qué mejor testimonio de lo pesada que era su mochila y cómo estas cosas inciden para bien o para mal dependiendo el lugar donde el jugador de encuentre. Este domingo, Sebastián Santibáñez, ex compañero del equipo campeón mundial sub14, recordó que el número uno de Chile se había radicado en el extranjero cansado de tanto negativismo. A confesión de partes, relevo de pruebas.
Por favor ceda el asiento a la gente mayor.
Efectivamente, Garín se fue de Chile. Partió buscando nuevos horizontes, un sitio donde perfeccionar su tenis y estar más tranquilo. Cerró sus redes sociales y se embarcó rumbo a España. Pasó por la academia de Rafael Nadal, luego contrató a Horacio Matta en Estados Unidos y, posteriormente, al argentino Andrés Schneiter, su actual entrenador. En el camino, se refugió en su familia, creció, hizo cambios, tuvo momentos, buenos, malos y regulares, tomó decisiones acertadas y de las otras, pero nunca renunció al anhelo de hacer carrera en el tenis. En 2018 vivió una gran temporada en los challengers y en 2019 se instaló con autoridad en el circuito ATP. Tras su triunfo en Houston, el primero para el tenis chileno después de 10 años, hoy figura en el puesto 47 del ranking mundial.
Llame al conductor solo en caso de emergencia.
Este domingo inolvidable Garín levantó su primer título ATP. Dijo que esperaba volver el próximo año y, como establece el protocolo, se sacó las fotos del campeón en distintos puntos del club. Luego festejó lo que pudo con Capdeville, Santibañez y un puñado de chilenos y por la noche tomó un avión. ¿El destino? Santiago de Chile. Sí, Santiago, porque Garín nunca perdió la conexión con su país, familia y amigos. Siempre supo que volvería cada vez que pudiera. Las raíces eran más fuertes. Por eso hace un tiempo también reabrió sus redes sociales. Las críticas quedaron mayoritariamente en el pasado.
No se aceptan vendedores de pomadas
Cuando en febrero pasado venció a Auger-Aliassime en Buenos Aires distintos medios marcaron que Garín no ganaba un partido ATP hacía seis años. Un contrasentido absoluto. ¿Cómo iba a ser el punto de partida su victoria en el ATP de Viña del Mar con 16 años? Aquel triunfo fue solo una referencia de su calidad, pero nunca representó un parámetro ya que era irreal pensar que seguiría ganando a tan alto nivel siendo un junior. Hay que ser cuidadosos con ciertas interpretaciones o verdades porque daba la sensación que venía de una sequía de más de un lustro. Un despropósito. Si tiene recién 22 años…
Tenga su boleto a mano cuando se lo pida el inspector
Nicolás Jarry estuvo cerca en 2018, pero fue finalmente Garín quién volvió a ganar un torneo ATP para Chile después de una década. A fin de cuentas daba lo mismo quién lo lograra primero. Era cuestión de tiempo. Son dos notables jugadores que, con matices, han construido carreras muy similares en las últimas temporadas. Dos top 50 con escasos meses de diferencia. Por ahora, le tocó levantar la copa a Garín. Ya será el turno del nieto de Jaime Fillol. Quienes miran desde afuera el dulce momento del tenis chileno o se equivocaron en las críticas son bienvenidos en el carro de la victoria. Nunca es tarde para aprender o aplicar correctamente el sentido común.
Buen, seguro y largo viaje.