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La filtración de la salida de Johnny Herrera de la titularidad multiplicó los problemas en Universidad de Chile con un presunto error no forzado...
La filtración de la salida de Johnny Herrera de la titularidad multiplicó los problemas en Universidad de Chile con un presunto error no forzado que complejizó aún más el ambiente de un CDA donde se viven momentos de profunda incertidumbre y, a contar de ahora, de desconfianza.
Más allá del acierto periodístico y que la decisión de Alfredo Arias tenga más o menos base técnica, las formas acentuaron la repercusión de un tema particularmente álgido como fue la remoción del meta, cuya reacción mutó desde un estado de sorpresa -que en los hechos fue una puesta en escena ya había sido informado- hasta una disciplinada aceptación de la medida.
El nuevo lío para la U es que su crisis deportiva se ve amplificada por este poco feliz manejo. Nadie podría discutir la potestad del entrenador y menos considerando la precaria situación en la tabla respecto de adoptar determinaciones radicales en el corto o mediano plazo. Afecte a quien afecte. Pero el inconveniente mayor, como se dieron las cosas, es que hoy Herrera y Arias no solo desconfían el uno del otro sino que del entorno directivo más cercano. Y eso, es un pésimo panorama… a menos que alguien subrepticiamente y asumiendo los costos intente gatillar la salida definitiva del portero que vence contrato a fin de año.
Arias tomó una determinación razonable, pero inoportuna, además de impopular. Ahí radica el segundo gran problema. Lo inadecuado del momento. La decisión, pese a estar avalada por la innegable capacidad de Fernando De Paul, debió esperar al receso de la Copa América pues no contempló el daño colateral y, como era de esperar, se encontró de inmediato con la negativa de Herrera de ir al banco. Las esquirlas saltaron por todas partes afectando incluso en las redes sociales a Sergio Vargas, quién no tuvo la más mínima injerencia en la decisión de Arias. Si alguien decidió marginar al capitán de la U fue su propio técnico.
Nadie dice que a Herrera había que darle un cheque en blanco. Está lejos de su mejor versión, de aquel jugador que podía ganar partidos y, probablemente, él lo sabe. Pero con el club haciendo agua, echarse encima en este momento al capitán, sus seguidores incondicionales que siguen siendo miles y los escépticos de siempre es, a toda vista, un mal negocio. La coyuntura para revisar la titularidad de Herrera era a fin de mes con la suspensión del campeonato nacional. Arias, lamentablemente y al sentir que ya no le queda margen, apagó el incendio con bencina.
Por lo pronto, solo un triunfo ante Coquimbo podría aquietar las aguas. De lo contrario, la crisis quizá alcance dimensiones insospechadas. Quiérase o no, que un club tan grande como la U esté con estas dificultades siempre será una pésima noticia para el fútbol chileno.