La victoria de Pulgar
Dolió harto la derrota. Hay que reconocerlo. Creíamos, con argumentos surgidos a partir de las presentaciones de ambas selecciones en Brasil, que Chile superaría a Perú y disputaría la tercera final consecutiva de Copa América. No se pudo. Qué le vamos a hacer. El fútbol es un fenómeno complejo, caracterizado por la incertidumbre y la no linealidad. Sorprende con sucesos inesperados, fuera de los cálculos. Así pasó en el Arena do Gremio, de Porto Alegre.
El impulso salvaje es 'reventar' uno por uno a todos los integrantes del plantel. La norma, en tiempos de barbarie en las redes sociales, indica que debemos partir por Reinaldo Rueda, el conductor del 'fracaso'. Todos habríamos planteado mejor el partido, realizado correctamente los cambios y, por supuesto, reaccionado a la sorpresiva presión adelantada de los peruanos en el primer tiempo. Eso hay que decir. La idea es dejar a cualquier técnico como un inútil. Hoy es lo mediáticamente correcto ante la derrota.
Prefiero el vaso medio lleno. La actuación de Chile cumplió con las expectativas. Era clave para el bicampeón mantenerse como la cuarta potencia de Sudamérica, tras la histórica supremacía de Brasil, Argentina y Uruguay. Lo logró con pasar a semifinales. Además puso en vitrina a Erick Pulgar, el mejor jugador de la Roja en la Copa. Un gran logro de Rueda. Confió en el volante del Bologna, cuando lo fácil hubiese sido convocar de vuelta a Marcelo Díaz. El antofagastino ha respondido a muy buen nivel, lo que puede ser visto como una gran victoria personal.
Todas sus presentaciones, incluso en la caída ante Perú, estuvieron muy por sobre la media del equipo. Corrigió un aspecto que era una de sus falencias antes de emigrar a Italia. Perdía con facilidad la ubicación en el eje de la cancha y a los entonces centrales de la UC los encaraban con balón dominado. En la Serie A del Calcio, especie de 'Silicon Valley de la táctica' en el mundo del fútbol, se ha graduado con distinción en el juego posicional.
Cuando Chile atacó con todo, Pulgar jamás estuvo mal parado delante de la última línea. Eso les dio espaldas a Charles Aránguiz y Arturo Vidal para el ir y volver sin preocuparse por cómo la Roja quedaba estructurada atrás ante un posible contraataque rival. Ahí estuvo siempre el antofagastino, con un accionar más prudente ahora, para retardar la maniobra adversaria, posibilitando el regreso del bloque ofensivo.
El manejo del balón no es un problema para el volante de la Roja. Eso vio Mario Salas hace unos años y lo subió al mediocampo de la UC. En esta etapa de consolidación en el Calcio y en la Selección, convirtió las acciones de 'Tocar y pasar' en una excepción. Un comportamiento táctico coherente con las demandas del puesto de único '6'. Así ha ocurrido en Brasil. Cuando Chile tuvo el balón en avanzada fue un apoyo de sostén diligente para recibir la pelota y trasladarla con su pegada de larga distancia a un punto lejano, cambiando con precisión el foco de la elaboración.
Es el jugador de la Roja que más veces entró en contacto con la pelota. Por lo ya dicho y también porque mejoró enormemente las desmarcaciones detrás de la primera línea de presión rival. Con Gary Medel y Guillermo Maripán apurados en la circulación por el o los delanteros oponentes, el nortino ha encontrado con fluidez el espacio justo para transformarse en un apoyo de salida fácilmente detectable. Si la conexión vertical con los centrales no fue posible, descendió para situarse como tercer zaguero y desde ahí iniciar la construcción.
La presencia ofensiva de Pulgar esta vez sumó un nuevo componente. Anotó un excelente gol de cabeza en el debut contra Japón. Posee estatura y buen despegue del suelo, por lo que es una carta válida en los ataques aéreos de la Roja. La faceta es nueva para nosotros, pues antes de irse a Italia su presencia en ataque era esencialmente a través del tiro. Así había sido también el Calcio. Entonces el mérito en este plano le pertenece a Rueda. Al igual que en el Bologna, el DT pudo confirmarlo como exclusivo ejecutante de las faltas, pero optó por involucrarlo en el cabeceo ofensivo y el resultado es favorable.