El duelo de Rueda: brazos cruzados, pensativo y tenso
El técnico vivió todo el duelo con preocupación, y no celebró los goles. Vidal fue el principal receptor de sus instrucciones.
Reinaldo Rueda vivió el partido con preocupación. Con el Rico Pérez cerrado, todas las miradas apuntaron a su cara. Las constantes vitales que transmitió su equipo no fueron las mejores y el rostro del entrenador de la Roja lo reflejó.
Rueda estuvo casi todo el choque de pie, observando con incredulidad cómo Guinea le complicaba la vida. Rueda apenas dio instrucciones desde su área técnica. De brazos cruzados y pensativo, vio cómo pasaban los minutos. Lo primero que hizo fue un doble cambio en el descanso. Tras el paso por los vestuarios, el escenario no cambió en exceso aunque luego mejoró. En definitiva, pocos gritos, pocas instrucciones. Observó más que habló. De un lado a otro de la zona técnica, combatió los nervios como pudo.
Rueda insistió mucho en que sus jugadores abriesen a banda para intentar hacer daño a Guinea desde los costados. En varias ocasiones, le pidió calma a Arturo Vidal, su capitán, en el centro del campo para tratar de controlar más el juego. Con el paso de los minutos, sobre todo en el segundo tiempo, Rueda fue tragando saliva.
De forma prudente celebró el gol del empate. El segundo tanto lo festejó con su cuerpo técnico. La tercera diana, la de la tranquilidad, apenas fue celebrada. El 3-2 de Guinea volvió a ponerle en aprietos y Rueda ya sólo esperó a que pasasen los minutos para celebrar una victoria ocho partidos después y romper la sequía goleadora. Eso sí, antes se llevó el último susto del partido, pero Claudio Bravo le evitó un sonrojo mayor.