Hernández
Recortes en tiempos de crisis
El fútbol chileno, sabemos, atraviesa una crisis financiera de enormes proporciones derivada de la pandemia y la contracción económica mundial y local. Los estadios están y seguirán vacíos por un buen tiempo y los clubes han visto mermados sus ingresos de manera dramática al igual que decenas de miles de empresas en el país con el consiguiente perjuicio para sus trabajadores.
Los casos han ido decantando y el efecto dominó será cada vez más visible. Ñublense anunció que se acogerá a la ley de protección del empleo a objeto de que los jugadores opten a las prestaciones y complementos que brinda el seguro de cesantía. En la misma línea, se manifestaron Temuco y Puerto Montt. Unión Española había sido el primer club en implementar un descuento proporcional en los sueldos. Suma y sigue.
Del mismo modo como ocurre hoy en pequeñas, medianas y grandes empresas, sin embargo, no es adecuado caer en generalizaciones. La gravedad del asunto y, sobre todo, la dimensión humana del problema, con las feroces implicancias que tiene tanto para la unidad productiva como para la economía familiar y salud mental de los trabajadores debiera invitarnos a una profunda reflexión y no sacar cuentas apresuradas. Esto es tan severo que conviene disponer de la información completa, de todos los elementos de análisis sobre la mesa y luego evaluar.
Día a día somos testigos de cómo múltiples empresas intentan sortear este complejísimo escenario. Y sobrevolando el paisaje y enterándonos de casos cercanos, concretos, vemos que el rango es muy amplio y oscila desde un manejo consciente, generoso y solidario de sus dueños a una conducción errática y egoísta donde sólo prima el interés personal o familiar de sus propietarios. El tiempo pondrá a cada uno en su debido lugar.
Volviendo al fútbol, y a Ñublense en particular, la discusión podría ser aún más amplia por la naturaleza de una ley que ha despertado resistencia en ciertos sectores sociales y parte del mundo político, pero más allá del cuerpo legal la verdadera clave para establecer si el cuadro chillanejo actúa bien, razonablemente, es cuánta plata le va a inyectar al fondo solidario con el que pretende remunerar alternativamente a sus jugadores y funcionarios. La ecuación es simple. Y la información financiera, pública. Actualmente los clubes siguen percibiendo los dineros del CDF y platas adicionales, por básicamente de auspicios no habiendo recaudaciones y, por lo tanto, es muy sencillo establecer qué tan justa es la propuesta. Es lo que está por verse en Ñublense y otras instituciones.
Dando por descontada la brecha salarial entre los equipos de primera y primera B, salvo un par de excepciones en el ascenso, sería deseable que quienes regentan las planillas más bajas tengan en cuenta que medidas radicales, de shock, afectan sobremanera a las economías familiares más febles. Si es inevitable que haya recortes que sean salvaguardando un ingreso mínimo garantizado. Mientras esté vigente la plata del CDF no tendría por qué ser de otra manera. No todos los futbolistas profesionales son parte de las planillas de Colo Colo, Universidad de Chile o Universidad Católica. Por lo demás, el Sindicato de Futbolistas está para velar, esperemos con criterio, que no existan aprovechamientos coyunturales para un solo lado.
En la punta de la pirámide, el caso de Colo Colo es muy revelador. Por estas horas, Blanco y Negro negocia, sin llegar a acuerdo, con los jugadores del primer equipo una rebaja salarial por tramos que se extendería hasta diciembre y con el reembolso del 50% de ese descuento a contar de enero de 2021. En los fríos números, la entidad popular dejará de percibir 1.200 millones de pesos en recaudaciones, 800 millones en auspicios fallidos y 500 millones en sponsors que estaban encaminados y no se concretaron (esas platas no se recuperarán como creen algunos). Agreguemos que no se sabe qué ocurrirá en los próximos meses con los 400 mil dólares mensuales del CDF y una última cuota de la Conmebol por concepto de la Copa Libertadores. A esta merma, y como todos los clubes según estudios europeos, hay que añadir que los pases de los jugadores se desvalorizarán entre un 28 y 35%.
Asumiendo que es de mal gusto meterse en el bolsillo ajeno y que cualquier ajuste de remuneraciones debe ser un acto voluntario o consensuado con el afectado, previa firma de un anexo de contrato, uno imagina que los futbolistas mejor pagados del fútbol chileno tendrán el sentido de realidad necesario, para adecuarse por unos meses a los críticos tiempos que corren y contribuir a la estabilidad financiera de la institución que los cobija. Todo, por cierto, en equilibrio y con medidas razonables.
Eso de que la carrera del futbolista es corta, dura 10 años y debe asegurar el futuro, se instaló por décadas. Pero en este escenario, de crisis máxima, me van a perdonar, no cuenta como elemento de análisis. Los contratos avalan a los jugadores y técnicamente podrían rechazar las rebajas y cobrar hasta el último peso, pero qué señal estarían dando si miles de chilenos han debido adecuarse a las consecuencias laborales de la pandemia. No se trata de cuidarle el patrimonio a las empresas y sus dueños, que se entienda bien, es sólo dimensionar los alcances de un evento catastrófico, sin parangón en el último siglo. Los gestos y la flexibilidad de ambas partes deben ser el corazón del acuerdo.