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La ANFP, un barco a la deriva

Independiente del escenario, de si es una cuestión de semanas o meses, el presidente de la ANFP Sebastián Moreno tiene los días contados al mando de la corporación. Las renuncias de tres de sus directores, tardías maniobras de salvataje y la visión crítica de una veintena de clubes –muchos de los cuales articularon en su contra– lo dejaron sin piso político para culminar su mandato. La carrera dirigencial de Moreno llegó a su fin.

Más allá de cuestionamientos razonables derivados de errores propios y coyunturales que pudieron resolverse de otra manera como la cancelación del torneo de 2019 o el fallido amistoso de la Roja en Lima cuesta entender que un amplio número de clubes que votaron por Moreno le hayan dado vuelta la espalda de manera tan radical, al punto de generar, por acción u omisión, las condiciones para su salida. Esas instituciones no solo no se hicieron cargo de su voto sino que tampoco fueron capaces de ser garantes del cabal cumplimiento del programa de gobierno. Su responsabilidad política es evidente.

Tras la dimisión de Andrés Fazio, ex vicepresidente de la administración de Arturo Salah y hombre fuerte en la lista de Moreno, el actual timonel y su directorio se fueron debilitando progresivamente e incurrieron en un error clave: no hacer política ni completar los cupos disponibles. Tras las renuncias en serie de los últimos días hoy el ex dirigente de Cobresal figura solo, abandonado, buscando acordar una transición que haga algo más limpia su salida. Pese a sus esfuerzos de las últimas semanas le fue imposible sostener el liderazgo y acabó apenas acompañado de Marcos Kaplún, estoico dirigente vinculado a Universidad de Chile.

Moreno se dejó estar, no leyó los movimientos en el tablero y fue extremadamente presidencialista. Hizo gestión más con sus gerentes que con su incompleto directorio cuya fidelidad se fue deteriorando a partir de la propia convicción de sus miembros y el trabajo de persuasión, soterrado de quienes sabían que era el camino para derrocarlo. Al mandamás de la ANFP en su afán de estar en todas, le faltó armar equipo, un team directivo consolidado. En buen chileno, abarcó mucho y apretó poco.

Su falta de muñeca política, de paso, fue directamente proporcional al alejamiento de un porcentaje relevante de clubes que lo llevó a la testera hace 500 días. Como su elección había sido extremadamente estrecha, por un voto de diferencia sobre Jorge Uauy, bastó que algunos oficialistas le sacaran el piso y articularan a sus espaldas para que quedara bajo la línea de flotación. El peor de los mundos. No lo vio venir.

Por estas horas, los clubes se dividen en tres bloques. El primero, formado por Colo Colo, la U, Católica, O’Higgins e Iquique, busca defender la institucionalidad, fomenta un normal desarrollo del campeonato y una transición directiva con elecciones a fin de año (o en el peor de los casos a fines de julio). Un diseño con nuevos directores que le brinde gobernabilidad al fútbol chileno. Razonable, por múltiples razones ya que recompondría en parte la señal de inestabilidad que el fútbol chileno le ha dado a la banca, también a la FIFA que sigue con atención este caso y a Reinado Rueda que quedó en una posición muy inconfortable y en el corto plazo deberá cambiar de interlocutor. Veremos qué fórmula prevalece porque en el otro extremo hay quienes quieren ver fuera a Moreno lo antes posible y prometen no descansar hasta lograrlo al punto de que este jueves por la noche filtraron que había renunciado, cuestión desmentida desde Quilín.

Técnicamente Moreno está fuera, sabe que debe renunciar, pero aún no lo comunica, quiere hacerlo a su manera.

Con todo, y en esto hay que ser claro, para evitar la irrupción de candidaturas apresuradas y quizá vinculadas al mundo de la representación de jugadores (que juega un rol muy importante en la industria, pero no es compatible por razones éticas con la propiedad de los clubes) el mejor de los escenarios es acoger la moción de los tres grandes. No están los tiempos para revanchismos baratos, si la democracia del consejo ya quedó en entredicho, y el fútbol chileno está dando un triste espectáculo en medio de una pandemia mundial para qué lapidar a Moreno en la plaza pública. Que prime la cordura y la transición sea lo más limpia posible.