Hernández
Las mil caras de la pandemia
Mientras el fútbol chileno mira de reojo la posibilidad de volver a las canchas a fines de julio y algunos clubes planifican el regreso a los entrenamientos dependiendo de la extensión de la cuarentena en sus respectivas regiones, el país transita por sus semanas más complejas producto de la pandemia que diariamente cobra decenas de vidas.
Es que el fútbol profesional como otras múltiples actividades productivas vive, actúa y se proyecta en función de su propia realidad porque si algo nos ha demostrado la crisis sanitaria es que cada persona, familia, comerciante informal, micro pyme, pequeña y mediana empresa afronta estos tiempos de manera distinta. Lo hace a partir de la naturaleza y robustez de su trabajo –si es que aún existe–, de sus compromisos, espalda financiera, patrimonio y sentido de la responsabilidad.
El panorama es muy diferente para unos que para otros. En el ámbito del deporte, Huachipato volvió esta semana a las prácticas. Colo Colo podría hacerlo recién el uno de julio luego del fallido intento de la dirección del trabajo de mediar en el conflicto entre el plantel y los dirigentes. Garín y Jarry están tratando de subirse a un avión a Miami para no quedar tan rezagados en su puesta en forma. El resto de los deportistas del team Chile mayoritariamente se las arregla desde sus casas a la espera de tener más claridad respecto de cómo seguir el año. En resumen, cada historia tiene sus propias particularidades.
En un contexto muchísimo más amplio están los ciudadanos comunes, los que perdieron su empleo o aquellos que están suspendidos y cobrando el seguro de cesantía. También quienes se mantienen aferrados a trabajos febles o informales o los que tienen la suerte de contar con estabilidad laboral. El universo es tan amplio que caben todos, quienes fallidamente buscan empleo por primera vez, los jubilados que requieren un segundo ingreso y un sinfín de otras realidades. Todos lo vivimos de manera diferente. Por eso, en verdad, cuesta generalizar y criticar vehementemente a quienes salen diariamente a buscar el sustento pese a la orden de cuarentena obligatoria. Antes, habría que preguntarse si alcanza con la subvención estatal. Si llega a todos. Si se hace efectiva de manera oportuna. ¿O da lo mismo y lo que habría que hacer es poner mano dura en la fiscalización para garantizar el confinamiento? Probablemente muchos de los que salen podrían ser más conscientes y hacerlo menos o derechamente mantenerse en casa, pero no quepa duda de que a un alto número no le queda más alternativa.
Volviendo al fútbol, la realidad de los jugadores de primera A y B es muy distinta a los de segunda división profesional. Y qué decir de tercera A o B. Un mundo de diferencia.
Si los servicios médicos están al límite o en algunos casos colapsados y el camino para evitar un desastre mayor es mejorar urgentemente la compleja ecuación de detección – tratamiento – trazabilidad – aislamiento y cuarentena total para las personas sanas el estado juega un rol clave, determinante en atender las necesidades básicas de los sectores más vulnerables. Una tarea titánica, no sólo por los recursos que deben inyectarse, sino porque hay que convencer a un porcentaje importante de la población que en los últimos 30 años funcionó con una lógica individualista, del sálvense quién pueda, que se educó y endeudó con un CAE del 6% (los que al menos tuvieron acceso) y desarrolló en la medida de lo posible bajo una brutalmente desigual distribución del ingreso. A esas personas hay que persuadirlas de que permanezcan en sus viviendas aunque hayan recibido una educación precaria, estén hacinadas, en hogares disfuncionales, viviendo con una pensión básica solidaria insuficiente y, en algunos casos, en poblaciones dominadas por el narcotráfico. Durísimo. Cuán al desnudo nos ha dejado la pandemia.
Da pudor escribir estas líneas desde la comodidad de una casa amplia, sano, con trabajo, sentado frente a un notebook, con buen internet y un tazón de café con leche al costado. Todos lo vivimos distinto. A este columnista le toca estar del lado de los privilegios. Pero la tarea debe ser visibilizar las diferencias, abordarlas, ponerlas en la agenda y ojalá actuar con proactividad. La crisis, brutal, demoledora es también una oportunidad para mejorar como sociedad y transformar los temas país en asuntos de estado buscando consensos razonables y dejando al margen la cosa pequeña, la ganancia política infame y egoísta. Por lo demás, la pandemia dejó en evidencia lo vulnerables que son los chilenos con enfermedades de base. Llegó la hora de volcarnos a lo saludable, al deporte para que el día de mañana estemos mejor preparados para una emergencia similar. No es tan difícil. ¡Hagámoslo!