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Para qué tanto Lío

Actualizado a
Para qué tanto Lío
OSCAR DEL POZOAFP

De no mediar un vuelco de proporciones bíblicas Lionel Messi está fuera del Barcelona y jugará en Inglaterra la próxima temporada. Es la noticia del año en el mundo del deporte solo matizada esta semana por las suspensiones de la NBA y el Masters 1000 de Cincinatti en apoyo a la causa antiracial estadounidense. Lo más seguro es que Lio acabe con la camiseta del Manchester City, club que le ofreció un millonario contrato por cinco temporadas, tres en la Liga Premier y dos en su filial de la Major League Soccer.

Si bien en los próximos días el tema será la interpretación de la cláusula de salida del 10, que aspira a irse sin pago alguno a partir del espíritu de un contrato cuyos plazos vieron diferidos a causa de la pandemia mientras que el club pretende cobrar más de 220 millones de euros, lo concreto es que no volverá a vestir la camiseta que le dio fama, trascendencia y lo convirtió en el jugador mejor pagado del mundo. Cuán profunda debe ser la decepción y el fastidio de Messi para marcharse del lugar que le permitió ganar 10 ligas, cuatro Champions, tres mundiales de clubes, consagrarse siete veces como Pichichi, obtener seis balones de oro y donde decenas de veces dijo que no se movería jamás.

Las razones del cabreo de argentino son evidentes y tuvieron un efecto acumulativo que detonó de manera brutal tras la humillante derrota frente a Bayer Munich. Una bomba racimo que explotó este martes con el envío del burofax donde sus abogados informaron que se iba del club. Fue la punta del iceberg de una historia en cuyo capítulo final quedaron al desnudo sus insalvables diferencias con los dirigentes, su molestia por la falta de jerarquía del plantel, su desacuerdo con la llegada de Koeman (antes con la salida de Valverde) y la decisión de prescindir de Luis Suárez agravada por las formas y escasa consideración con el tercer goleador histórico de la institución.

Con todo, y más allá de lo curioso que resulta que ante semejante cataclismo sólo un centenar de hinchas se hayan manifestado de manera presencial, la salida de Messi y el pequeño Vietnam que se vive en el club es problema del Barcelona. Serán la perspectiva que da el tiempo, la historia, quiénes expliquen finalmente por qué el mejor jugador del mundo, el más influyente, el ídolo máximo del cuadro culé no acabó como Francesco Totti quien se retiró como honores totales en la Roma sin haber vestido otra camiseta. De seguro, hay más razones que las ya expuestas y sólo están en la cabeza del argentino. Por lo pronto, Josep Maria Bartomeu y Eric Abidal son los grandes responsables políticos.

Si bien la salida de Messi por su enorme aunque deteriorado arraigo en Barcelona no es del todo comparable con la de Cristiano Ronaldo del Madrid, el efecto es similar ya que renueva la escena, baraja de otra forma el universo de clubes de elite y dota al hecho de una expectativa gigantesca. Todos elementos positivos, atractivos para millones y millones de seguidores del futbol internacional. CR7 se marchó de Madrid convertido en leyenda, con cuatro Champions y como el goleador histórico del club, pero tenía una historia previa en el Manchester United y tuvo una posterior en la Juventus. La de Messi está por escribirse, entusiasma y abre un mundo de posibilidades, lo que se agradece.

Y ojo que un Messi renovado, feliz, prendido, puede tener, si las cosas funcionan en su próximo destino, un nuevo aire al más alto nivel. No está de más tenerlo a la vista. Por el beneficio del espectáculo y porque será rival de Chile en las Clasificatorias y la Copa América de 2021.