Hernández
Católica, un club de estándar europeo
La historia de los estadios de fútbol en Chile es ampliamente conocida. El Estado ha jugado un rol clave dentro del proceso de construcción y remodelación de estos recintos dotando al fútbol profesional y a un número significativo de sociedades anónimas deportivas de la infraestructura necesaria para el desarrollo de la actividad. La red de estadios del bicentenario ejecutada en el primer gobierno de Michelle Bachelet levantó cuatro estadios con motivo del Mundial Femenino sub 20 de 2008 y no se detuvo. El último recinto en inaugurarse fue el Tierra de Campeones de Iquique que esta semana recibió a Universidad de Chile.
El gran tema, además, de un estadio Nacional que se quedó en el tiempo (lo mismo que el avejentado court central), es la inacción de los clubes de alta convocatoria y su propia infraestructura, de aquellas sociedades anónimas de mayor envergadura integradas por grandes empresarios de la plaza que no han logrado generar las condiciones financieras y político administrativas para construir o renovar sus propios recintos. La U lo intentó de manera fallida, Colo Colo lo sigue haciendo y buscó referencias en Brasil, pero el proyecto se ve muy lejano mientras no cesen las luchas intestinas en su directorio y se ordene la casa en el ámbito financiero. No olvidemos que hasta la propia ANFP no fue capaz de construir un nuevo Juan Pinto Durán pese a los millonarios ingresos que produjo la generación durada y el avanzado plan que la administración de Arturo Salah dejó encaminado.
Afortunadamente para el fútbol chileno existe Universidad Católica. Una vez más la excepción a la regla. Después de un riguroso y silencioso trabajo, el club de la franja comenzó a socializar esta semana la ampliación y remodelación de su estadio. Sin filtraciones, contactó a prestigiosas firmas internacionales, hizo las adjudicaciones correspondientes y anunció el cronograma de los trabajos que se extenderán hasta 2023 con la reinauguración de un recinto de estándar internacional para 20 mil personas.
Que Católica esté a la vanguardia del fútbol chileno y sea capaz de levantar un proyecto de esta envergadura, con una inversión de 30 millones de dólares, no es casualidad. Responde a un trabajo serio, responsable que le ha permitido equilibrar sus finanzas por muchos años independiente de si la pelota entra o no. Gracias a esa política, y no a la venta de paños del cerro de San Carlos de Apoquindo como dice el mito futbolero, Cruzados pudo dar este gran paso.
Si bien las comparaciones son odiosas y para la U, por ejemplo, construir un estadio implica complejidades y montos aún mayores, la UC logró hacer el camino y darle viabilidad al proyecto. Los azules se quedaron en la maqueta del Noviciado, con una no despreciable base de 9 millones de dólares (después gastada) y la lamentable negativa de la concesionaria que estimó que el impacto vial era un factor insalvable.
El nuevo estadio, que llevará el nombre de la marca que se lo adjudique por 15 años, se estrenará bajo una feliz coincidencia: los Juegos Panamericanos. Será la coronación de un trabajo impecable que incluye la pronta inauguración del gimnasio polideportivo que tuvo un costo de 9 millones de dólares y será sede de múltiples disciplinas para Santiago 2023. Un parque de lujo en el mismo predio. Cruzados, la concesionaria y el Club Deportivo en una ecuación perfecta de buena gestión y desarrollo de infraestructura.
Larga vida a Católica, un club de estándar europeo.