ARCOS

Un partido sin VAR

MARCELO HERNANDEZ/PHOTOSPORT

Esta semana asistí a un partido de la Primera B. Fue en el Municipal de La Pintana el miércoles 28 de octubre. Se enfrentaron Melipilla contra Deportes Copiapó. El encuentro tenía como foco noticioso la presencia de María Belén Carvajal como jueza central, marcando un hito en la historia del fútbol chileno. Más allá del impecable cometido de la jueza, los partidos de la segunda división de la competencia nacional se juegan sin VAR. Y créanme, fue un agrado ser testigo de un pleito sin esa cámara acusete que todo lo mira pero que muy poco filtra.

El objetivo del VAR es el más noble de todos y debe mantenerse: impartir justicia, evitar errores groseros y poner la tecnología al servicio de un deporte lleno de variables como el fútbol. Hasta ahí, impecable. Pero su puesta en práctica suma cada vez más inconvenientes, algunos derivados de la conducta de los propios protagonistas del juego, como jugadores, entrenadores y árbitros. También condiciona a aquellos que estamos afuera, en roles secundarios, como la prensa y los aficionados. Ahora que existe el VAR los alegatos se multiplican, los penales aparecen por doquier y ser defensa es una tarea titánica. Cada roce, salto, agarrón, mueca, gesto, insinuación, rebote, es caldo de cultivo para pedir la revisión del VAR, con sus respectiva tardanza y sus cobros quizás ajustados a la norma escrita, pero muy lejos del espíritu del juego. El fútbol es un deporte de roce. Y no todo roce, es falta. Seamos serios.

En el partido entre Melipilla y Copiapó, por ejemplo, hubo dudas en algunos cobros y algún asomo de protesta. Pero bastó la decisión de la jueza para aminorar el reclamo. Juegue. Juegue. Juegue. Y cualquier arrebato quedaba en eso. Cobró dos penales, ambos bien sancionados. Pero la predisposición de los futbolistas también ayudaba. No alegaban tras cada lanzamiento de esquina, tras cada futbolista que caía al piso.

Al final de cada tiempo se dieron tres minutos de adición. El juego proseguía con mayor fluidez. Había un equilibrio entre la protesta legítima y el dejar jugar, no cobrar esas falta minúsculas que sólo entorpecen y suspenden el juego. Este domingo en el partido entre Coquimbo y Unión Española se jugaron casi diez minutos de adición en el segundo tiempo. Curicó y Palestino jugaron siete después de los 90 el sábado en La Granja. Sólo detenciones producidas por el VAR.

Los más contentos son los ejecutantes eximios de penales, que verán abultada su capacidad goleadora. Casi no hay partidos donde no se cobre un tiro penal.

La justicia es el más noble de los resultados esperados, eso no entra en discusión. Hay que buscar una fórmula para hacer que el VAR sea una herramienta que sume, aporte y no una tecnología inhiba al juego de su esencia.